Por: Javier Bustamante Enriquez

Fotografía cedida por Manuel Lobo de su antepasada Adela, quien aparece retratada en el claustro y el jardín del monasterio caracterizada como Teresa de Jesús.

Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, mejor conocida como Teresa de Ávila o Santa Teresa de Jesús (Ávila, 1515 – Alba de Tormes, 1582) fue una gran admiradora de la obra de San Jerónimo (Dalmacia, 342 – Belén 420). La lectura de la obra de este santo influyó enormemente en la vida de Teresa y, sobretodo, en su elección vocacional. Según relata ella misma en su libro Vida de la Madre Teresa de Jesús, estando enferma, antes de entrar al Carmelo y en plena crisis vocacional, se hizo amiga de leer buenos libros, entre ellos las Cartas de San Jerónimo. Teresa alude principalmente a las cartas de Jerónimo dirigidas a Eustoquio, la hija de Santa Paula. Pero, al parecer, la que caló más hondamente en ella fue la carta a su amigo Heliodoro, en la cual Jerónimo le increpa a romper con todo, incluso con la familia, para retirarse al desierto. Teresa hace suyo el contenido de esta carta tomando la decisión de entrar a ese otro desierto que era la orden del Carmelo.

Este puente de amistad espiritual entre Teresa (siglo XVI) con Jerónimo (siglo IV) se materializa simbólicamente en la presencia de la Santa en el antiguo monasterio de Sant Jeroni de la Murtra (Badalona, siglo XV). Dicha presencia de Teresa de Jesús en la Murtra se remonta al siglo XVII, ya que encontramos reseñado en las crónicas del monasterio que la biblioteca contaba con 25 ejemplares del libro Ofrecimiento y avisos de nuestra Madre Santa Teresa de Jesús y Cautelas de nuestro Padre San Juan de la Cruz. Eso nos da pie a pensar que había un volumen para cada monje y que la espiritualidad teresiana era fuente de inspiración para los jerónimos de la Murtra.

El cronista de la orden de San Jerónimo, Juan Núñez, explica sobre fray Miquel de Granollers, profeso del monasterio de la Murtra en el siglo XVII, que en una ocasión “dudando sobre los escritos de la iluminada Doctora y M. Santa Teresa de Jesús, se fue a la capilla que llaman del Santo Cristo; pasóse en oración fervorosa pidiendo a la madre soberana consuelo de afligidos le declarase la verdad; apareciósele luego María Santísima y arrodillada a sus pies la Santa M. Teresa de Jesús; reprendióle la augustísima Reina de los Cielos su incredulidad y con esto quedó pacífico y tranquilo su espíritu.”  Fray Miquel de Granollers era un místico que “se arrobaba y quedava en éxtasis por mucho espacio de tiempo.” Lo mismo le pasaba cuando tocaba el bajón o el fagot en las solemnidades hasta el punto que era imposible arrebatarle el instrumento de las manos. En una ocasión, diciendo misa de la Magdalena, al leer el Evangelio vivió un largo éxtasis. También tenía estos éxtasis en el refectorio, a tal punto que los demás monjes lo tenían que llevar en brazos hasta la celda. Aunque Teresa no estuvo presente en carne y huesos en la Murtra, podemos decir que sí lo estuvo de una manera trascendida gracias a esta aparición a fray Miquel.

La desamortización y quema de la Murtra en 1835, extinguió la vida cenobítica, dando paso a la privatización del monasterio. A mediados del siglo XIX se creó en el antiguo cenobio una colonia de veraneantes. Cada año acudían alrededor de veinte familias a pasar tres meses en las centenarias dependencias. Para gozar del tiempo organizaban diversas actividades lúdicas. El antiguo refectorio fue transformado en teatro, ahí se representaban todo tipo de obras, bailes y fiestas. La cocina se adaptó como tienda de ultramarinos. Tenían canchas de tenis y organizaban excursiones a fuentes y parajes de la montaña.

Entre las familias veraneantes se encontraban los Lobo. Gracias a Manuel Lobo han llegado a nosotros fotos de su antepasada Adela, quien aparece retratada en el claustro y un jardín del monasterio caracterizada como Teresa de Jesús. Otra presencia más de la Santa en la Murtra, esta vez desde la sensibilidad del siglo XIX. También veraneaba en las dependencias de la antigua hospedería la familia Cepeda, quienes decían provenir de la familia de Teresa.

En el año 2015, con motivo de los 500 años del nacimiento de Teresa, se organizó la exposición “Cel·les alliberadores: Celdas liberadoras”. Este proyecto religioso-cultural tuvo sede en tres celdas jerónimas de la Murtra que durante la colonia de veraneo habían sido transformadas en vivienda y, ya en el siglo XX, se recuperaron como espacios expositivos. El nombre de “Celdas liberadoras” hacía alusión al espacio en sí: unas celdas monásticas y su función liberadora del espíritu. Tal era la experiencia de los monjes jerónimos, que las crearon y habitaron, y de la propuesta de Teresa de Jesús, con su reforma del Carmelo.

Para la exposición de “Celdas liberadoras” se reunieron libros, imágenes y objetos relacionados con Teresa y se puso especial énfasis en la importancia de esta santa para los jerónimos en general y para la Murtra en concreto: la soledad y el silencio vividos en comunidad como eje de la espiritualidad teresiana y jeronimiana.

También en ese 2015 nació el proyecto artístico Morando, que ofreció poemas de Teresa de Jesús, poemas de nueva creación inspirados en las Moradas y música de diferentes procedencias religiosas y épocas. Este proyecto fue creado por la agrupación Airún (Nuria Cervera, Joan Miró y Javier Bustamante) y se concretó en la producción de un disco compacto y una gira de presentaciones del recital con el mismo nombre.

Para cerrar esta reseña sobre la presencia de la Santa en la Murtra, quisiera evocar el rodaje de una parte de la película Teresa en el monasterio el verano del 2022. A comienzos de dicho año se acercaron los productores de la película, junto con Paula Ortiz, su directora, en una primera toma de terreno. Buscaban localizaciones para este proyecto, en concreto una cocina monástica que se adaptara a las condiciones de la filmación. ¿Por qué una cocina? La película es una adaptación de la obra de teatro La lengua en pedazos, de Juan Mayorga. Esta obra es el diálogo de Teresa de Jesús con un inquisidor y transcurre enteramente en una cocina monástica, entre cebollas y pucheros.

Teresa, la película, adapta esta obra centrando el argumento en ese diálogo, pero lanzando flashes a la vida de la Santa. Durante el interrogatorio, que transcurre a lo largo de una jornada, Teresa “ve las de Caín” amenazada con el cierre de su convento y la quema de sus obras si no se retracta de proponer la reforma del Carmelo, la cual se traducía en una vida más humilde y democrática, donde no hubiera monjas ricas y pobres, donde se accediera a la cultura, donde Dios pudiera andar por los pucheros.

Durante el verano del 2022 Teresa volvió a estar presente en la Murtra, esta vez arropada por el séptimo arte, encarnada por una esencial Blanca Portillo, en el papel de la Teresa madura, y un brutal Asier Etxeandía, en la piel del inquisidor. Ella vestida de blanco y él de negro, generan un contrapeso de opuestos complementarios, como los elementos del yin y el yang. Una joven, Greta Fernández, y una niña, Ainet Jounou, conforman una Teresa ternaria que otorga mayor profundidad a nuestra visión de la Santa.

La cocina de la Murtra se transformó en la cocina del convento teresiano de San José. Las “celdas liberadoras” fueron los aposentos de Teresa con los borradores de sus obras por todos lados. El jardín del claustro fue labrado y producía cebollas que iban a dar a la cocina de San José. Las galerías del claustro recogían los pasos de las monjas y novicias. Y las ruinas de la iglesia recogieron uno de los momentos más poéticos de la película…

Montaje para la producción de Teresa en la antigua cocina del Monasterio Sant Jeroni de la Murtra. Foto Javier Bustamante, 2022.

El silencio fílmico, ese silencio que se produce tras el “rodando” y que nadie se atreve a romper hasta el “corte”, se hizo uno con el silencio monástico secular de la Murtra. Mística y creación se respiraron en ese caluroso verano del 22. Ahora, un año después, podremos contemplar en las pantallas de los cines Teresa, una hermosa obra de arte fruto del trabajo de un hermoso equipo humano, donde todo fue posible porque todos lo hicieron posible. Cada persona, desde su función específica y con el corazón puesto en ella, contribuyó a que esta Teresa del siglo XXI sea lo que es.

Del Libro de la Vida, de Teresa de Ávila, a La lengua en pedazos, de Juan Mayorga, a Teresa, de Paula Ortiz, atraviesa un hálito de vida que nos dice: soy. Y, sólo yo, puedo ser quien soy. Teresa, más allá de sus dudas y de los cuestionamientos de su época, se atrevió a ser. Por eso sigue vigente en nuestros días.

Cuentan que un día Teresa se sorprendió al encontrar un niño dentro del Monasterio de la Encarnación y le preguntó: ¿Y tú, quién eres? El niño le respondió con la misma pregunta. Ella respondió: Yo, Teresa de Jesús. Y el niño sonriente: Pues, yo soy Jesús de Teresa. Emulando aquel diálogo, hoy podríamos discernir: Teresa de la Murtra o la Murtra de Teresa. Os invitamos a ir al cine a contemplar esta bella obra de arte. Las películas “no-comerciales”, no duran mucho en pantalla grande (que es como mejor se disfrutan), así que ir pronto. Teresa se estrena este 24 de noviembre de 2023.

Trailer oficial Teresa: