Una abogada y una máster en dirección de empresas explican su atasco profesional en Barcelona
28/10/2011
La Vanguardia – Barcelona
Ana Macpherson
“Mi nombre es María S. y me acabo de graduar del Master de Dirección de Empresas (MBA) en Esade. Estoy trabajando en una empresa del sector digital en Barcelona, pero con la mirada puesta en Brasil y en el potencial que puede tener para un perfil como el mío…” Y el correo sigue pidiendo algún contacto para resolver los problemas de visado. En otro, C.E. dice que “no sé si me podría ayudar o al menos dar algunos consejos. Después de Navidad me voy a ir a vivir a São Paulo, voy a dejar un empleo y trasladarme a Brasil. (…) Estoy ahora en fase de buscar empleo, sea en el sector jurídico, ya que soy abogado, o en otro como el hotelero, mundo de la empresa, de la información…” Son dos de los correos que el corresponsal de La Vanguardia, Fernardo García, recibió ayer tras publicar su reportaje sobre “Brasil busca mano de obra”. Todos piden ayuda, información. Se quieren ir. A María, 30 años, sus cientos de contactos de su MBA o de otros ámbitos (la red es grande) le dicen una y otra vez “¿Qué haces todavía en España?”. El mundo está en otro lugar. “De los 180 del curso español del máster quedan aquí apenas diez. Los demás se han ido. Y algunos de los que se han quedado ni siquiera tienen trabajo”. Eso que parece algo tan común entre los conocidos de cada español, es casi impensable para un MBA. “Hemos invertido mucho, dos años trabajando catorce horas diarias muy duro. Y mucho dinero. Tengo que pagar el crédito, esto es como una hipoteca”, explica María. Y aquí, aunque le encanta la experiencia que está teniendo en la pequeña empresa que le ha contratado en Barcelona, pagan los sueldos más bajos del entorno. Ella no llega a 2.000 euros. Lo habitual en Estados Unidoso Brasil para un MBA es entre 4.000 y 5.000 al mes. C.E. no revela su nombre porque no ha comunicado a su empleador que se va. Pero en Navidad quiere dejar su trabajo con contrato fijo “que no está mal, pero quiero nuevos retos y aquí no hay nada”. Su novio, arquitecto sevillano que llevaba seis meses dando clases particulares para sobrevivir en Madrid, ya trabaja en São Paulo. “La verdad es que trabajé mucho más como arquitecto antes de terminar la carrera que después. Me pilló el fin de la bubuja. Y aquí me ficharon tras un día de prueba. Se está construyendo mucho y de todo. Se está bien”, asegura Miguel, 30 años, desde el estudio de arquitectura que en enero le fichó al otro lado del mundo. “Allí se mueven todos los negocios y tendré muchas más oportunidades de montar una empresa de servicios”, explica C.E., abogada, 28 años. “La abogacía está bien, pero está tan jerarquizada que dentro de unos años me dejarán participar en un trocito de cada operación. No me veo así toda la vidaymejor cambiar ahora. El problema son los visados”. María S. sabe lanzar empresas, productos de internet en su caso, “y me encanta, pero el potencial de financiación que hay allí o en Estados Unidos no tiene nada que ver. España ni existe como opción, y casi tampoco Europa, aunque algunos compañeros se han ido a Milán o a Londres. El desarrollo personal y las grandes oportunidades están en los países emergentesyBrasilme encanta. son latinos y cálidos”. ¿Volver? “Ya lo haré, mis padres pasaron un tiempo en Estados Unidos, quizá haga los mismo”. Ni ella ni C.E. sienten ningún vértigo por meterse de cabeza en un país más inseguro, más caro, menos protegido. Las redes de contactos funcionan, no se sienten solas, saben dónde preguntar y pedir ayuda si hace falta. Hay “amigos” en todas partes. Y lo de los visados está a punto de arreglarse. “Hay una auténtica avalancha de españoles”, aseguran.
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