Especial Bicentenario
El País (España)
Editorial

Los problemas de Latinoamérica impiden que el bicentenario de la Independencia sea una fiesta

La guerra que libra el Gobierno de Felipe Calderón contra las mafias del narcotráfico ensombreció la noche del 16 la celebración de aquel grito del cura Hidalgo que hace 200 años inició la batalla de la Independencia de México. No llegó a producirse, como en Morelia hace dos años, un atentado de los narcos que llenara de sangre los festejos, pero en Nuevo León, al norte, cayeron 18 sicarios en una refriega contra los militares y, en el sur, la policía detuvo a ocho presuntos integrantes de Los Zetas que supuestamente preparaban una matanza en Cancún.
La celebración del bicentenario de la Independencia que se está celebrando este año en distintos países en función del momento del estallido inicial de la rebelión muestra la ambivalente situación de los países latinoamericanos, donde la crisis no ha sido tan virulenta y donde las instituciones democráticas se consolidan. Las sociedades progresan y, sin embargo, antiguos males agazapados (o no tanto) amenazan con destruir cualquier avance. Así, cuando el júbilo podía haber estallado como en estas señaladas fechas, los viejos conflictos irrumpen para aguar la fiesta.Cierto que a lo largo de estos meses la alegría llenó muchas ciudades latinoamericanas, pero también es verdad que, en países como Argentina, la profunda división política se escenificó en el aniversario. El presidente venezolano Chávez desplegó grandes fastos, pero se rodeó de los mandatarios que forman parte de la alianza bolivariana que impulsa para subrayar el empuje de su proyecto personal. En Colombia los ruidos fueron menores: pequeñas protestas de indígenas y de la comunidad afrocolombiana. En Ecuador se insistió en que la nueva independencia empezaba ahora. Y el caso más extremo fue el de Bolivia, donde se marginó de las celebraciones al Oriente, enfrentado al proyecto de Evo Morales, y se sostuvo que la primera llama de la independencia la encendieron los levantamientos indígenas de 1780 y 1781, y no los criollos en 1809. En Chile, además, la preocupación por los 33 mineros oscureció la fiesta que se celebró ayer.Durante el largo proceso de independencia fueron muchos los proyectos que barajaron los próceres para lo que nacía tras el dominio español. Desde la utopía de una América unida y centralizada a la idea de múltiples repúblicas federadas; hubo quienes reclamaron distintas formas de monarquía o incluso el imperio; quienes pelearon por fidelidad a Fernando VII y los que querían separarse de la Corona; convivieron ilustrados y contrarreformistas. 200 años después se mantiene casi intacto el desbarajuste ideológico, pero los verdaderos males tienen otros nombres: el caudillaje populista, la debilidad institucional, la fragilidad de los Estados ante la penetración de las mafias y la endémica desigualdad social. Todos han colaborado para que el bicentenario no sirviera ni siquiera para celebrarlo, dentro de cada país, todos juntos.