Pasado y presencia de los catalanes en la isla Aunque su razón de existir ya no es hoy la actividad filantrópica, la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña conserva aún el nombre original con el que fue creada, hace más de un siglo, con el noble propósito de prestar ayuda a los inmigrantes catalanes carentes de recursos, que cruzaban el Océano Atlántico en pos de un incierto destino en una tierra promisoria. Aquellos que lograron acumular fortuna –obtenida algunas veces por medios inconfesables, como fue el comercio de esclavos–, decidieron crear en 1840 una sociedad para socorrer a los menos favorecidos, ayudarlos a encontrar trabajo, o en último caso, posibilitarles el regreso a su tierra, tan pobres como cuando vinieron, pero con el dulce consuelo de volver junto a los suyos. La emigración catalana se detuvo en 1941 y después de 1959 se hizo cada vez menos necesaria la existencia de una sociedad de beneficencia. No obstante, sus socios nunca quisieron disolverla, por lo que ha tenido un trabajo ininterrumpido hasta la fecha y hoy se considera la más antigua de todas las sociedades catalanas en el exterior y la decana de las sociedades españolas en Cuba. Pero en la restaurada casona de dos plantas, adquirida por la Sociedad alrededor de 1950, se respiran nuevos aires. Allí radica su Junta Directiva, constituida por un Presidente, un Vicepresidente, una Secretaria y una Tesorera, además de 8 vocales. La casa también cuenta con una biblioteca, equipada con libros y literatura en idioma catalán fundamentalmente, y un archivo con valiosos documentos que datan incluso de la época en que fue fundada la institución. Las principales actividades de la Sociedad tienen un perfil socio-cultural, pues están encaminadas principalmente a rescatar y conservar las tradiciones de la cultura catalana entre los descendientes de esta comunidad que también formó parte del crisol donde se fue conformando la nacionalidad cubana. Para los que desconocen la trascendencia de esta inmigración, basta recordar que la primera gran entrada de catalanes al país se produce tarde, entre 1800 y 1835, pero tiene una fuerte influencia en la vida económica y social de la isla. Según datos tomados del reportaje “Historia natural de la nostalgia”, publicado en el libro El viaje más largo, de Leonardo Padura, sólo en esos años llegan a puertos cubanos, de modo legal, un total de 2.475 catalanes, lo que significó el 60 por ciento de la emigración peninsular a Cuba. El autor asegura que “a lo largo del siglo XIX, Cuba se fue llenando de evidencias catalanas, y Cataluña se fue transformando con dinero y costumbres cubanas. Más hábiles para el comercio y la industria que sus otros compatriotas, y poseedores de una mentalidad neocolonial más apta para los nuevos tiempos, los catalanes se adueñan prácticamente del comercio cubano hacia 1850 y los nombres de Crusellas, Partagás, Martí Torrens, Gelats, Bacardí, Samá, Gener, Payret, Sarrá y muchos otros devienen fortunas y empresas de un potencial envidiable”. Al producirse la independencia de Cuba, en 1898, Barcelona dominaba el 51 por ciento del comercio con la isla y los catalanes habían alcanzado grandes éxitos en industrias tan importantes como la del ron y el tabaco, con apellidos tan reconocidos como Partagás y Bacardí. Además de la Sociedad de Beneficencia y la Ermita de Monserrat, dedicada al culto de la virgen morena, los catalanes radicados en Cuba van creando otras instituciones donde reunirse y hacer vida social. En Matanzas se establece otra sociedad de Beneficencia que fomentó la Ermita de Montserrat en las alturas de Simpson y en Camagüey, Pinar del Río, Cienfuegos, Cárdenas, Colón, se crean otras sociedades de carácter artístico. El Centro Balear de La Habana (1881) construye dos años después la Quinta de Salud, conocida hoy como La Balear y también a finales del XIX se funda el Centre Catalá de La Habana, que devino el más importante promotor del separatismo catalán fuera de España. A diferencia de otros emigrantes, muchos de los catalanes que lograron hacer fortuna, regresaron a su tierra y se llevaron consigo no sólo el dinero conseguido aquí, sino también la nostalgia por un país que de cierta manera también hicieron suyo. Otros prefirieron quedarse, pero sin olvidar sus orígenes y alentaron en sus descendientes el amor por la patria de sus ancestros, por su lengua y sus costumbres. Y este espíritu es el que alienta entre los actuales miembros de la Sociedad de Beneficencia, que hoy cuenta con alrededor de 1.500 asociados, aunque apenas lleguen a 20 los catalanes “naturales”. Los devotos de la Virgen de Monserrat acuden a la Ermita de los Catalanes para asistir a misa u otras ceremonias religiosas. Allí también se convoca la fiesta por el día de la Virgen (27 de abril) y el día de Sant Jordi, el santo patrón de Cataluña (23 de abril), que coincide con el día internacional del libro, una tradición cuyo origen también es catalán y que se conmemora de una manera hermosa: hombres y mujeres se obsequian mutuamente con un libro y una flor. Ambas fiestas se enmarcan en la semana de la cultura catalana, del 22 al 29 de abril y durante esta celebración se reviven bailes y cantos populares, se preparan platos típicos y los niños juegan a la manera en que solían hacerlo sus abuelos. Desde el punto de vista económico, la Sociedad recibe el apoyo de la Generalitat de Cataluña, además de la asesoría necesaria para llevar adelante algunos planes dirigidos a rescatar diferentes tradiciones como el tejido a bolillo y las danzas catalanas. Actualmente la Sociedad está presidida por Jorge Oller. Su tesorera, Leila Benson, se encarga también de las múltiples actividades culturales que organiza la institución, que incluyen clases de lengua catalana, de instrumentos típicos musicales, de cocina y bailes catalanes. Los fines de semanas se realizan encuentros con escritores, artistas y conferencistas sobres diferentes temas de interés. Asimismo se promueve y se apoya la participación en el Festival de Habaneras, esa música que todavía hoy se entona en Cataluña, como testimonio del encuentro de dos pueblos que coincidieron en un punto exacto de su historia y se identifican a través de su cultura.