Cotorras y otras invasoras

• Al menos nueve especies de aves exóticas, buena parte tropicales, se han aclimatado en Catalunya y se hallan en expansión.

• La mayoría son mascotas de pajarería que fueron liberadas de forma imprudente.

ANTONIO MADRIDEJOS
BARCELONA
El Periodico

Un ornitólogo barcelonés da el aviso: en Montjuïc ha sido avistada una amazona, un loro suramericano de considerable tamaño, entre 35 y 38 centímetros. De inmediato, técnicos de la Sociedad Española de Ornitología (SEO-Birdlife) se dirigen a la montaña para intentar catalogar tan exótica ave. Subida en un árbol y ajena al interés despertado, parece que está comiendo. “Es exactamente una amazona de frente azul, pero de un tipo que no se había visto antes en España”, dice Joan Carles Fernández-Ordóñez, coordinador en Catalunya del grupo de aves exóticas de la SEO.

Lo más probable, admite Fernández-Ordóñez, es que el solitario loro se acabe muriendo y se convierta en otra anécdota de la fauna barcelonesa, pero también cabe la posibilidad de que viva muchos años, encuentre pareja y siga los pasos de las cotorras y otras aves que se han ganado con mérito el calificativo de “invasoras”.

Al menos nueve especies de aves ajenas al clima y los hábitats mediterráneos se han aclimatado en Catalunya y se hallan en expansión, otras dos han llegado a reproducirse pero sin continuidad y un centenar más, generalmente ejemplares solitarios, han sido avistadas en alguna ocasión en los últimos años, según destacan los registros compilados por Fernández-Ordóñez.

La mayoría son especies tropicales que fueron compradas como mascotas y luego se escaparon o fueron liberadas imprudentemente. La más ubicua es sin dudas la cotorra argentina (más de 2.000 ejemplares en Catalunya, el 80% en Barcelona), que ha demostrado una gran capacidad para soportar el frío, hacer nidos en lugares insospechados –hasta farolas y pinos–, competir con las palomas por las migajas humanas y alimentarse de lo que nadie quiere, incluyendo las bayas de los cipreses. Las cotorras son baratas y se reproducen bien en cautividad, lo que no hace más que agravar el problema.

Aunque son mucho menos frecuentes, crían regularmente la cotorra de Kramer y el ruiseñor del Japón, y en menor medida el tejedor de pico rojo, el pico de coral y varias aratingas. Entre la avifauna asentada destacan también los cisnes, generalmente fruto de una suelta en estanques –se han asilvestrado en el Segre y los Aiguamolls de l’Empordà–, y hasta los ibis sagrados, al parecer llegados desde algunas reservas de fauna del sur de Francia.

“Mientras no molesten, mientras se mantengan apartadas en una palmera de un jardín, las cotorras suelen resultar simpáticas”, recuerda Joan Carles Senar, investigador del Museu de Zoologia de Barcelona. El problema surge cuando su atronador canto molesta o cuando la superpoblación expande las colonias fuera de la ciudad y su voraz apetito hace estragos en los cultivos próximos, como ya sucede en el Baix Llobregat. En Argentina son una auténtica plaga. Entonces es necesario retirar nidos y proceder a batidas, pero no son medidas infalibles porque a menudo se actúa demasiado tarde.

“Antes es difícil actuar –asume– porque, según las encuestas, el 70% de la gente opina que no debe hacerse nada con ellas. Debe haber consenso”. Aunque los núcleos de diferentes urbes no suelen entrar en contacto, Senar ha comprobado cómo ejemplares de la supercolonia del parque de la Ciutadella, en Barcelona, se han instalado en barrios lejanos. “El ritmo de expansión es menor, pero siguen creciendo”, concluye.