DEBATE. El reto de la inmigración
¿Hay una buena política de integración?

LAS AUTORIDADES tienen que explorar más vías de integración, acordes con el volumen de inmigrantes

*RAFAEL RIBÓ
La Vanguardia
11/01/2006

A pesar de los esfuerzos invertidos para que el proceso de normalización de trabajadores extranjeros se llevara a cabo con agilidad y rapidez, terminado ya el año podemos decir que éstos han sido insuficientes. Se ha demostrado que el proceso ha estado marcado por una excesiva lentitud. Además de que no existen suficientes medios, ni humanos ni materiales, como se ha visto en la práctica, la aplicación de la normativa tampoco ha seguido un criterio unificado en todas las oficinas que han tramitado los permisos.

Si la gestión de este proceso extraordinario es mejorable, también lo es su regulación, como ya dijimos en su momento en referencia a que el empadronamiento fuera la única forma de demostrar los meses de estancia en el país. (Con el tiempo, ésta se manifestó como insuficiente.)

De todos modos, y aun siendo mejorable, está claro que la regulación jurídica de las personas inmigrantes es necesaria en nuestro país, y no sólo en procesos extraordinarios como el del 2005, que deberían ser excepcionales, sino con la entrada organizada y planificada previamente de trabajadores inmigrantes, bien a través de contingente o por contratación directa por parte del empresario. Es necesaria porque existe demasiada economía sumergida, porque tenemos una gran bolsa de personas inmigrantes y porque muchas de éstas ya están integradas en el mundo laboral, aunque de forma irregular. Y como sociedad de acogida de nuevos trabajadores, lejos de expulsarlos, nuestra responsabilidad debe ser la de integrarlos.

Las medidas de admisión y regulación económica de las personas inmigrantes deben ir, pues, acompañadas de unas sólidas políticas de integración en otros campos, como la educación y los servicios sociales. Políticas que impliquen a la población ya residente, que también debe hacer un esfuerzo para adaptarse a esta nueva realidad.

Una buena política de integración exige el trabajo coordinado y la financiación conjunta entre las distintas administraciones, y debe tener en cuenta un conjunto de aspectos que merecen una reflexión pública, como el lugar de procedencia de los nuevos residentes, las particularidades de sexo y papel familiar, y las diferencias entre primeras y segundas generaciones. Ahora bien, de la acogida inicial hay que pasar a algo mucho más complejo, como es la integración de los alumnos de forma plena en el sistema educativo. Esta integración, que exige medidas tan importantes como evitar la descompensación en la presencia de inmigrantes en algunas escuelas o educar a todos los alumnos en el conocimiento y respeto de otras culturas, requiere actuaciones más generales y cuyos resultados son a más largo plazo. Hay que distinguir, pues, lo que es una primera atención en todos los ámbitos a los recién llegados de las políticas de integración, que no por ser sus efectos menos visibles a corto plazo deben olvidarse, sino todo lo contrario.

Tampoco se puede ignorar la presencia de un colectivo de inmigrantes no regularizados, ya que, aunque carecen de permisos, también viven y trabajan aquí, y su exclusión de las políticas de integración les convertiría en una minoría vulnerable y segregada. Estamos en el inicio de un largo proceso (la inmigración masiva llegó a Catalunya a finales de los noventa) que requiere la voluntad y el esfuerzo conjunto de toda la población, también de los ya residentes. Las autoridades están obligadas a explorar y encontrar nuevas vías de integración, acordes con el volumen de llegada de personas inmigrantes, y a fomentar una profunda reflexión pública. Entre todos debemos conseguir que encuentren su sitio en esta nueva sociedad.

R. RIBÓ, Síndic de Greuges de Catalunya