Especial Bicentenario
Revista Número (Colombia)
¿Qué pasó realmente el 20 de julio de 1810 en Santafé, capital del Nuevo Reino de Granada? El historiador Óscar Guarín, quien en los últimos años ha hecho una recopilación de documentos históricos que se han publicado en Número, presenta un análisis sobre la fecha, su significación y lo que pasaba en la ciudad.
Por Óscar Guarín MartínezLas fechas fundacionales son construcciones simbólicas que pretenden crear y fijar en la memoria colectiva una representación particular del pasado. Estas fechas, paradójicamente, se construyen de manera retrospectiva, y la amplificación y la selección de unos hechos por sobre otros obedecen exclusivamente a decisiones políticas e ideológicas, más que a razones históricas. En la mayoría de las ocasiones se trata de relatos aspiracionales, en los que los deseos del presente condicionan y acomodan la realidad del pasado. Su fijación se realiza mediante actos administrativos que pretenden domesticar y hegemonizar la memoria de lo que se ha de celebrar y aquello que no, y se apoya en una serie de rituales artificiales que con el tiempo se configuran como «tradición»1. El 20 de julio es una de esas fechas controvertidas y controvertibles, con la cual se establecieron el hito de la fundación de la república y la celebración de su independencia. Fijada a través de la Ley 2854 tan sólo en el año 1873, se impuso de manera tardía por sobre muchas otras que se eliminaron del calendario cívico nacional, o que simplemente pasaron a un segundo plano: la declaración de independencia del Socorro el 10 de julio de 1810, por ejemplo, o la de absoluta independencia de Mompox el 6 de agosto del mismo año, o la más radical del 11 de noviembre de 1811 en Cartagena. Incluso por sobre fechas que podrían tener un carácter políticamente más significativo: el 16 de julio de 1813, día de la verdadera declaratoria de independencia del Estado de Cundinamarca. El debate sobre la fecha fundacional de la república suscitó, entonces, enconadas discusiones a lo largo del siglo XIX, en las que las regiones expresaron su desacuerdo con la fecha oficial por cuanto se daba preeminencia exclusiva a Bogotá y se consideraba que el 20 de julio no se había declarado ninguna independencia. A pesar del inconformismo, fundamentado pero más bien discreto, la promulgación de la Constitución de 1886 oficializó dicha fecha y la resignificó de un modo particular, recogiendo, por un lado, la idea generalizada entre las elites políticas andinas de constituir a Bogotá como centro desde donde se irradiaba la civilización al resto del país (la Atenas suramericana), y como celebración de dicho triunfo: el de la centralización política y burocrática, el unanimismo ideológico y la pretendida homogeneidad cultural2. Fuera como fuese que esta fecha terminó por oficializarse, lo interesante de la cuestión radica en la manera en que se construyó la narración de los hechos sucedidos aquel día, la forma en que se acomodaron e interpretaron, y todo aquello otro que silenciaron. Si algo pone en evidencia los intereses políticos e ideológicos de las elites criollas, además de identificar su carácter, es la narración de los hechos del 20 de julio.
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