Dídac Gutiérrez-Peris
La Vanguardia
Llegué hace poco menos de una semana a Barcelona y pasaré aquí estos días antes de volver a la capital federal de Brasil. Hasta el 21 de diciembre Barcelona acoge la primera edición del Festival de Cine de Brasil que anteriormente venía aconteciendo cada año en Miami y desde hace cuatro también en Nueva York. El Brazilian Film Festival presenta en el Verdi Park nueve conocidas (y la mayoría laureadas) películas brasileras que no se han estrenado en las carteleras españolas. Es una buena oportunidad para aquellos que quieran conocer un poco más la cultura brasileña a través de películas que tratan, en su totalidad, de historias muy ligadas a la realidad historio-política y socio-económica de Brasil.
A finales de año en Brasilia ya se promocionó el “Ciclo de cine Español” organizado por la Embajada Española y que era, en parte, el equivalente del ahora estrenado Festival de Cine Brasilero en Barcelona. Los brasileños interesados pudieron visualizar películas como “Volver” o “Todo sobre mi madre” de Pedro Almodóvar entre otras como “Te doy mis ojos” de Icíar Bollaín o “El método Grönholm” con Eduardo Noriega y Natalia Verbeke.
Mi primer contacto con el cine brasilero fue la película: “Estação Central do Brasil“, premiada con el Oso de Oro en el festival de Berlín 1998. La película trata sobre las vidas cruzadas entre un “menino” que se queda solo en São Paulo después de la muerte accidental de su madre y de Dora, que vende sus servicios como escriba a analfabetos que quieran enviar cartas para sus próximos. Posteriormente, se estrenó la impactante y casi ineludible “Cidade de Deus” de Fernando Mireilles. La acción transcurre en la famosa favela circundante a Río de Janeiro creada en los años 60 bajo el lema “quien no tenga techo, que venga a Cidade de Deus”. La película es un verdadero “shock” para los espectadores y retrata sin escatimar detalles la vida de dos personajes paralelos, Zé pequeno y Buscapé. El primero ambicioso de convertirse en el mayor jefe del crimen organizado en la favela, y el segundo, sueña con poder un día dedicarse a la fotografía. Paul Klee decía que “el arte no reproduce lo visible, pero hace visible”. En este sentido, estas dos películas brasileras consiguen fotografiar y captar la mezcla de esperanzas y adversidades entre la pobreza y las desigualdades. Más allá del entretenimiento.
Hasta el 21 de diciembre, títulos como “Amarelo Manga“, una historia de amores y desamores en 24 horas, o “Crime Delicado“, del director premiado en Sundance Beto Brant, “A Maquina“, sobre las difíciles condiciones de vida en la región árida del nordeste de Brasil, “Achados e Perdidos“, que cuenta una trama policíaca por descubrir quien mata a Magali y finalmente “O caminho das nuvens“, una especie de hoja de ruta de un camionero en busca de trabajo, aportan una buena dosis de cine fresco y entretenido. “Sonhos e desejos” de Marcelo Santiago, que explica con un fuerte sentido estético los embrollos entre un trio de militantes en un piso franco de Belo Horizonte, “Veneno da Madrugada” de Ruy Guerra e inspirada en una novela de García Márquez y finalmente la crítica “Zuzu Angel“, que con un punto melodramático cuenta la lucha real de la famosa diseñadora Zuzu en 1973 por enterrar a su hijo torturado y asesinado por la Policía Militar, son una más que notable aportación al cine político crítico con la dictadura brasilera que duró de 1964 hasta 1989. No faltan en muchas de estas películas bandas sonoras con un amplio repertorio de la Música Popular Brasilera liderada por Chico Buarque o Milton Nascimento por ejemplo, y que algunas de sus canciones acabaron simbolizando la protesta política.
Es probable que en menos de 60 segundos una presentadora con un acento portugués notable y amable presente el film. En “Zuzu Angel” por ejemplo, la acompañaba la productora que saludó a los espectadores. Junto con la entrada se reparten unos papeles donde se le pregunta que le ha parecido la película. Póngale un notable al buen cine.
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