Aguas revueltas en el Río de la Plata
Si hay algo que no le vaya bien a una empresa es la incertidumbre. Y eso es lo que ha sufrido en los últimos años las empresas españolas que apostaron por instalarse e invertir en Argentina en los años noventa. Con tres filiales a orillas del Río de la Plata, Aguas de Barcelona (Agbar) alcanzó en el pasado mes de julio un acuerdo provisional con el Ejecutivo argentino. Pero el pacto definitivo no parece fácil de alanzar: el Gobierno del presidente Kirchner exige nuevas inversiones a las empresas, pero no les concede subidas de tarifas. Una ecuación difícil de sostener, en opinión de la compañía catalana, con una deuda que se triplicó tras la devaluación del peso.
El agua supone un tercio de los ingresos y el 50% de los resultados de Agbar. Pero ese análisis dista mucho de ser una foto fija: el grupo ha acometido una intensa reorganización. Como en todos los sectores regulados, el agua garantiza un nivel de ingresos, pero el crecimiento tiene que llegar por otras vías. En Agbar, a la apuesta por la internacionalización -está presente en Chile, Argentina, Colombia, Uruguay, Cuba y México– se le ha unido la diversificación, básicamente en materiales de contrucción y certificación.
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