LOS RECUERDOS DEL PREMIO CERVANTES

“Barcelona me hizo escritor”

Sergio Pitol evoca los tres años en que residió en la capital catalana

“Llegué una noche de 1969, sin dinero, y me alojé en un hostal sin baño de la calle Escudellers”

XAVI AYÉN – 03/12/2005
BARCELONA
La Vanguardia

El mexicano Sergio Pitol, flamante premio Cervantes, fue una vez un joven aprendiz de escritor que, una noche cerrada de principios de 1969, llegó a la estación de França de Barcelona con muy poco dinero en el bolsillo y la maleta repleta de hojas en las que ultimaba la traducción del Cosmos de Witold Gombrowicz. En una extensa conversación mantenida a finales del pasado mes de septiembre en Barcelona, Pitol rememoró su paso por “la ciudad que me convirtió en escritor”.

Todo empezó cuando Pitol fue nombrado agregado cultural en la embajada de su país en Yugoslavia. “Estuve muy pocos meses – cuenta- porque en 1968 se produjo la matanza de estudiantes de la plaza de Tlatelolco, y eso me hizo imposible moralmente seguir representando a mi país. Estaba yo entonces traduciendo Cosmos, la novela de Gombrowicz, la tenía casi terminada. Así que me dije: ´Te vas unos días a Barcelona, la acabas, la entregas a la editorial Seix Barral y te diriges a Londres, donde pensaba trabajar en una revista. Llegué en tren desde Belgrado, era una noche cerrada. Nunca había estado en España. Era fin de semana, tomé un taxi y le dije al conductor que me llevara a un hotel no muy caro y que estuviera en el centro. Me condujo a un agujero, sin ni siquiera baño, en la esquina de una calle con Escudellers, seguramente porque recibía alguna comisión de los hosteleros. Pensé: ´El lunes voy a recoger el dinero que me han enviado las editoriales mexicanas y me cambio de hotel´. Esperaba unos cheques de mi trabajo en editoriales mexicanas. Pero no recibí nada. Durante tres meses no pude cobrar ese dinero, los trámites eran muy complicados; además, uno de los cheques llegó sin firma…”.

Ante tales problemas financieros, Pitol fue inmediatamente a Seix Barral a presentarse. “Me recibieron – recuerda- Rosa Regàs y Félix de Azúa. Les expliqué todo y me dieron una novela italiana para traducir contra reloj, antes de que les caducaran los derechos”. Muy poco después, Azúa le incorporó al comité de sabios que “cada tres semanas se reunía con Barral para hablar de lo que se iba a publicar: ahí estaban Gabriel Ferrater, Josep Maria Castellet, Salvador Clotas… ¡era el cerebro de la editorial!”. Desde ahí, recomendó publicar, entre muchos otros, al argentino Néstor Sánchez – autor de Siberia Blues- “quien apuntaba como uno de los grandes autores del boom, pero nunca más se supo”. Fue el propio Azúa quien “una noche me llevó a cenar con Beatriz de Moura y Óscar Tusquets, que estaban por hacer una pequeña editorial. Hablamos hasta las cuatro de la mañana de libros que podían editarse. Y, cuando salí de la casa de los Tusquets, ya era director de una de las colecciones, de la más excéntrica”.

“Así que, cuando me quise dar cuenta, ya estaba yo incorporado a Barcelona con un buen piso (al final abandoné aquel hostal a los dos meses, aunque la mitología diga que he vivido siempre en Escudellers), mucho trabajo… y una intensa vida nocturna por la Rambla, la plaza Reial… ¡ah, la mala vida!”. Pitol alternaba sus correrías por un barrio chino venéreo y portuario con el elegante Bocaccio, punto de encuentro de la gauche divine. “Era un lugar fascinante, uno tenía la sensación de encontrarse en una gran familia, mis primos eran los hermanos Trías (Eugenio y Carlos), el matrimonio Tusquets, Jorge Herralde y Lali Gubern…”, comenta. Se mezclaba lo lúdico y lo cultural: “Por aquella época se fundaron Tusquets, Anagrama y otras, se invitaba a autores y editores europeos, había muchas presentaciones y fiestas… El que menos acudía a ellas era Donoso, que vivía en una casita en Vallvidrera y al que yo iba a visitar cada semana”.

Y reconoce que “sin todo aquel bullicio, sin esa Barcelona tan estimulante y tan repleta de debates, yo no hubiera sido escritor”.