JUAN GOYTISOLO. Carlos Fuentes ha muerto en la
plenitud de sus dones. La suya ha sido una vida tan intensa y tan rica
que solo puede producir admiración. Estoy muy afectado. Me es imposible
hablar en este momento y resumir lo que son 60 años de amistad. He
seguido con atención toda su obra y he escrito ensayos sobre una docena
de sus libros, en especial sobre Terra nostra, para mí, su obra maestra y una de las mejores novelas en lengua española de todos los tiempos.
ANTONIO GAMONEDA. Una vez mantuvimos una
conversación en un hotel de Gran Vía, y otra en la Residencia de
Estudiantes, donde teníamos una conferencia. Y lo estimaba como
escritor, tenía una visión crítica acercadamente crítica de las
circunstancias sociales y políticas tanto de su país como de España.
Creo que es una pérdida importante para la literatura en lengua
española. Carlos Fuentes fue, en cierto modo, una continuidad seria de
ese boom latinoamericano. Era frecuente colaborador en prensa y
se apreciaba una unidad de criterio que entre sus colaboraciones
periodísticas y las conclusiones subyacían en su obra narrativa.
PILAR DEL RÍO: Carlos era un amigo de una generosidad sin límite. Desde que a Saramago le presentó a los escritores mexicanos,
mi marido se sintió mexicano gracias a él y muy vinculado a ese país.
Esta misma mañana estaba comentando con una amiga en común la alegría
que sentíamos porque le iban a hacer doctor Honoris Causa de la
universidad de Baleares, ayer leíamos la entrevista en EL PAÍS, la
semana pasada estuvo en la Feria del Libro de Buenos Aires firmando
durante unas dos horas, y la verdad es que estoy conmocionada, y Silvia
también.
NÉLIDA PIÑÓN: Las Américas pierden hoy a un gran
intelectual. Un creador cuya imaginación viajaba por todos los lugares,
que nos desveló sus viajes y sus pensamientos, que el mundo eligió como
modelo de sus reflexiones. A través de un lenguaje soberbio, se hizo cómplice de los humano y de nuestra historia.
Su marcha me provoca tristeza y soledad. Su muerte parece irreal. ¡Qué
tristeza! ¿Cómo estará el corazón de Silvia? ¿Y el nuestro?
DARÍO JARAMILLO: Realmente siento la muerte del autor de Aura, es su gran momento. Porque es una historia muy bella con un tono mantenido todo el tiempo. Y también La muerte de Artemio Cruz,
una novela que supuso un salto cualitativo en la literatura de la
revolución, porque es una novela que es un diagnóstico a la clase
militar y política que se instaló en el poder por cuenta dela
Revolución. Ha jugado un importante papel en la literatura
iberoamericana.
ÁNGELES MASTRETTA: Era un ser humano excepcional,
bárbaro, contagiador de sus pasiones. Yo creo que cada uno es la
herencia que deja, y Carlos nos deja la pasión por la literatura como
una herencia obligada. Y la emoción con la que trabajaba y esta cosa
como de niño, siempre puesto en el juego de escribir. Nunca Fuentes le
llamó trabajo a su trabajo. Escribir era su pasión, era su vida, y estar
con él era escuchar el mundo de una manera ferviente e intrépida. Tenía
una juventud bárbara. Sin duda lo vamos a extrañar, es un privilegio
haber compartido la vida con él, y ahora nos queda su literatura.
HÉCTOR AGUILAR CAMÍN: Yo he sentido una pérdida
catastrófica. Pero creo que se va con fuentes el mayor escritor vivo de
México, y uno de los mayores de la lengua española. Su obra, con tantos
registros, y se va un escritor clásico en el sentido más vital de la
palabra. Un autor que nació maduro, que cortó en cada edad las obras
importantes que podía cortar y que se murió viejo como un autor joven,
pensando que iba a empezar este lunes su siguiente novela. Dice un
pasaje de la literatura griega que los héroes pedían a los dioses una
vida larga o corta pero una muerte rápida. Y Fuentes tuvo todo, una vida
plena. Creo que le hubiera gustado.
VÍCTOR GARCÍA DE LA CONCHA: Fue el gran defensor del
español como territorio de La Mancha. “Seamos generosamente universales
para ser provechosamente nacionales”. Una vez le oí decir a Carlos
Fuentes que él recordaba siempre esa frase de Alfonso Reyes, muy amigo
de su familia. Y eso es lo que caracterizó su propia vida literaria.
Carlos Fuentes era profundamente mexicano y, a la vez, el gran defensor
de la idea de la lengua española como territorio de La Mancha. Esa
expresión suya ha quedado ya como una de las grandes afirmaciones de
nuestra cultura. Fuentes explicaba que hablaba de mancha porque
el español se extiende como una mancha y porque es una lengua manchega y
manchada, mezcla de sangre judía, árabe, cristiana, quechua, maya y
mucho más. Fue además uno de los grandes defensores de la política
lingüística panhispánica de las Academias. Cuando me nombraron director
del Instituto Cervantes me mandó un correo con una línea: “Víctor, a
completar la tarea”. Quiero recordar al gran novelista de Terra nostra, de La muerte de Artemio Cruz,
al brillantísimo orador que era, pero lo que se me impone
emocionalmente es recordar al defensor de la lengua española como factor
de unidad de toda una diversa comunidad cultural.
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ: El magisterio de Fuentes es
inagotable. Varias generaciones aprendieron con él qué carajos es la
literatura latinoamericana. Hablo ahora en primera persona: con él
aprendí que esta literatura es lo contrario de la literatura local, y
que el novelista latinoamericano se abre al mundo, acepta todas las
influencias, devora todos los temas. Aprendí a leer, también: a
Cervantes, a los cronistas de Indias, a Broch, a Musil. La obra de
Fuentes nos regaló una idea de la ambición, nos mostró que la vocación
no es esconderse del mundo, sino llamarlo y transformarlo. Y aprendí la
generosidad, que nunca lograré practicar como lo hizo él.
RICARDO PIGLIA. Hay que reconocer su interés en
escribir sobre sus contemporáneos. Recuerdo muy bien la impresión que me
produjeron los primeros libros de Carlos Fuentes que llegaron a Buenos
Aires. En especial su novela La muerte de Artemio Cruz, y posteriormente una nouvelle excelente, Aura,
que para los lectores argentinos era un relato muy argentino, en la
línea de las historias de fantasmas de José Bianco. Y también recuerdo
con admiración los cuentos de su libro Cantar de ciegos.
Después, su obra se hizo demasiado prolífica y ya no pude seguirle el
rastro. Fue un generoso lector de la literatura en lengua castellana y
más allá de las diferencias hay que reconocer su interés en escribir
sobre sus contemporáneos (lo que no es habitual entre los escritores).
Fuentes concentró en muchos sentidos la imagen clásica del escritor
latinoamericano de la que nosotros –es decir los escritores de mi
generación- nos hemos distanciado siempre con entusiasmo.
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