M. CEBERIO / F. BARÓN Madrid / Río 2 ABR 2012
El País
Desde hace más de cuatro años los turistas brasileños y su Gobierno se quejan de que España tiene unas condiciones de entrada tan duras en la frontera que muchos nacionales que vienen a ver a familiares, o de visita, o a estudiar —incluso con matrícula pagada en un máster o doctorado—, son devueltos a Brasil de forma arbitraria. El país sudamericano ha decidido, finalmente, aplicar las reglas de reciprocidad y exigir a los españoles exactamente los mismos requisitos que España pide a sus nacionales para poder entrar. Desde ayer, aquellos que quieran viajar a Brasil de turismo tienen que enseñar el billete de vuelta y acreditar medios económicos suficientes para su estancia (unos 80 euros al día) y una reserva de hotel o, en su defecto, una carta de invitación firmada ante notario brasileño por algún nacional que se haga responsable de que el turista va a estar alojado en su casa y que, cuando acabe las vacaciones, regresará a España sin demora. Lo mismo que tiene que hacer el brasileño que viene a nuestro país.
Los turistas brasileños se quejan especialmente de algunos requisitos, como la carta de invitación, que exige al que la suscribe aportar múltiples datos, como la nómina o un certificado de residencia. Y se quejan también de que, cuando llegan a España, nunca pueden estar seguros de si lo que traen le va a resultar suficiente al funcionario de turno. El último caso, ampliamente difundido en los medios de comunicación brasileños, ha sido el de una mujer de 77 años, Dionisia Rosa da Silva, que permaneció tres días en Barajas por no disponer de carta de invitación cuando venía a ver a su hija y a su yerno. La anciana se convirtió en el último gran icono de la ola antiespañola que crece al ritmo que regresan los brasileños rechazados en Barajas. Las autoridades españolas aclararon que en este caso fue determinante el hecho de que su hija y su yerno vivieran en España en situación irregular, pero ni esto pudo acallar a la prensa brasileña, que convirtió en caso en un episodio más del rifirrafe entre Brasil y España.
El malestar existente ha provocado numerosas protestas públicas en los últimos años. Aparte de múltiples gestiones diplomáticas entre ambos países, mandos policiales españoles han viajado al país para tratar de calmar los ánimos, explicar los requisitos que se exigen en la frontera e intentar convencer a los brasileños de que son sencillos y exactamente los mismos que los que se piden a países como Venezuela o Argentina —país cuyos nacionales también han presentado alguna airada queja por el trato recibido en Barajas—. El último en hacerlo ha sido el comisario general de Extranjería nombrado por el Gobierno de Mariano Rajoy, que viajó recientemente a Brasil y trató, entre otras, esta cuestión.
A pesar de las gestiones, Brasil se ha decidido al final por aplicar la regla de la reciprocidad: mientras España exija cartas de invitación y reservas de hotel, Brasil hará lo mismo. Es una política habitual. Su Gobierno también exige a los nacionales de EEUU, Canadá o México, por ejemplo, las mismas condiciones que estos países piden a los brasileños para entrar.
La medida del Ejecutivo brasileño fue anunciada a principios del pasado febrero. El ministro de Asuntos Exteriores, Antonio Patriota, en una entrevista concedida a este diario, expresó en esos días “la seria preocupación” de su Gobierno por este tema y advirtió: “Si nosotros empezáramos a exigir lo mismo a los españoles, les pondríamos serias dificultades para entrar en Brasil”. El ministro aseguró que en España se producían “situaciones arbitrarias” que afectaban a “personas que tienen la documentación en regla y que son llevadas a una sala aparte del aeropuerto para ser investigadas por la policía”. “Por ejemplo”, añadía, “tienen que demostrar que su tarjeta de crédito tiene un límite, que están en posesión de un seguro de salud, que tienen reserva de hotel y que pueden pagar la factura de la estancia”.
El Ministerio del Interior español siempre ha aducido la misma explicación: los requisitos que se exigen a los brasileños, que no requieren de visado para entrar en España. Son los que vienen determinados por los países que pertenecen al espacio Schengen, y que España aplica con rigor. No es esa, sin embargo, la percepción de los brasileños, que consideran que tienen muchos más problemas cuando tratan de entrar en España que cuando lo hacen en otros Estados del espacio Schengen y, señalan, además, que en el caso español todo depende mucho del funcionario concreto que esté en ese momento verificando los requisitos de entrada.
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