Especial Bicentenario
La Tercera (Chile)
Giorgio Montalbetti18 de septiembre de 1810. Al Cabildo Abierto asistieron más de 450 personas, la gran mayoría partidaria de formar una Junta de Gobierno. Los asistentes gritaron ¡Junta queremos! y altiro miré si el que había liderado el grito era un antepasado del Negro Piñera, pero no. El look era harto más castrense y los que lo acompañaban tenían la misma pinta de uniformados. No me pareció mal la idea de armar una Junta al toque ¿De queda? No, al toque de altiro, pero no sé si el resto de los asistentes eran del mismo bando porque algunos tenían un acento extranjero. No sé si era cubano, bolchevique, español o típicamente chileno.
El cóctel, en todo caso, estaba pituco. Unos ricos tapaditos de charquicán y “motemei” (mote con maíz), unos botellones de tinto y fruta de la estación. Obviamente, la mitad de los asistentes fueron aterradoramente ganadores con los alimentos -término que 200 años después de traduciría como “terrible de winners”-, sobre todo el más emperifollado de los comensales: don Mateo de Toro y Zambrano que andaba más estirado que cama de alférez mirando hacia abajo a todo el mundo, al igual que sus compinches. Y todo porque decían ser los representantes del Rey. Nunca vi a Elvis en todo caso.
Me costó entrar al local, les diré. Afuera y con la finalidad de evitar alteraciones que pudiesen provocarse durante el Cabildo -nunca han faltado en la historia de Chile los curaos pesaítos ni los deudores habitacionales-, los patriotas organizaron patrullas armadas que ya el día 17 controlaron la ciudad. Con eso evitaron que los flaites de antaño saquearan los emporios y cargaran sus carretas del año con víveres. La historia se repite ¿ah?
Y bueno. Como era una Junta de amigos y debido también a que la organización de este evento fue asumida directamente por los criollos -no se repartieron free passes y el que no estuviera en la lista de la portería no entraba-, la mayoría de los 450 asistentes a la asamblea estuvo compuesta por personas afines a las ideas que proclamaban la conveniencia de formar una Junta de Gobierno. ¡Y pobre del que no!
La fiesta estuvo buena y el happy hour con tintorro español de lujo. Animaron dos jóvenes y entusiastas cantantes de entonces: un extranjero llamado Peter Mociulski von Remenyk y uno local de ascendencia italiana apellidado Messone.
Tan regado estuvo el cóctel y tan animada la fiesta que la propuesta de Junta fue aceptada de una y por aclamación de la gran mayoría de los asistentes al Cabildo -todos copeteados, claro, y arriba de la pelota- bajo la consigna de “¡Junta queremos!”, aunque a los pocos segundo algunos desubicados agarraron papa y gritaron cosas como “¡Traigan más vino!, “¡Qué siga la fiesta!”, “¡Ta güeña tu hermana!”, “¡Eo eo eo… que siga el leseo!”, “¡Mateo invita!”, “¡Ignacio de la Carrera… corre a buscar las minas!”, “¡Que el Juan Martínez de Rozas y Juan Enrique Rosales se pongan con las flores!”, “Y que Fernando Márquez de la Plata… ¡pal copete!” y otras barbaridades por el estilo como “¡Que levante la mano!”, ¡Realistas a morirrrrrrr!” y “¡Te lo dice La Noche!”
Estuvo buena la fiesta. La dura. Yo mismo salí hablando español y eso que no estaba ni ahí con el Leo Rey de España. Tan buena que debió suspenderse hasta el día siguiente para ordenar un poco el cumpleaños de monos y ponerse serios otra vez, por respeto a Su Majestad.
Ya más repuestos, aunque con la resaca en la cabeza y la boca reseca, los caballeros se dignaron a tomar papel y pluma y acordar lo siguiente:
Los integrantes de la primera Junta Nacional de Gobierno serían…
Presidente: Mateo de Toro y Zambrano (que al final se puso con los tragos).
Vice Presidente: José Antonio Martínez de Aldunate.
Vocales: Juan Martínez de Rozas, Fernando Márquez de la Plata, Ignacio de la Carrera y el coronel Francisco Javier Reina (¿habrá sentado un precedente el tener un uniformado en una junta?).
Secretarios: José Gregorio Argomedo y Gaspar Marín, alias gasparín.
Y entre las principales obras de la Primera Junta de Gobierno se contaron las siguientes:
Creó nuevos cuerpos militares y reorganizó los existentes.
Decretó la apertura de los puertos chilenos al tráfico internacional (Comercio Libre) y dictó una Ordenanza de Aduanas complementaria, la cual permanece inalterable hasta nuestros días y si no me creen traten de cruzar por el paso Los Libertadores en un fin de semana largo.
Estableció relaciones con la Junta de Buenos Aires. Mateo tuvo un affaire con la primera dama argentina.
Por una disposición especial se eximió por un año y medio de todo impuesto a libros, planos, mapas, armas, imprentas, instrumentos de física, herramientas y maquinarias y todos los elementos que daban impulso al progreso de la sociedad. ¿Mish? Y eso que no terremoteó entonces.
Y convocó a un Congreso Nacional, cuya función seria relevar en el corto plazo a la Junta del mando. Igual que el otro, pero con 17 años de celeridad. Una vez armado el Congreso éste se reajustó el presupuesto, se redujo el horario de trabajo, se alargó las vacaciones, se auto impuso asignaciones parlamentarias, modificó el sistema electoral, se llenó de analfabetos y familiares, se instaló en el litoral y comenzó a despachar, de vez en cuando, leyes mal formuladas.
Una vez acordado todo esto nuevamente se convocó a un Cabildo, se entonó el himno de la época “Una y otra y otra vez”, de Leo Rey Alfonso y se cerró la jornada con el grito ¡Junta Tenemos! Y ¡El último apaga la luz!
* Giorgio Montalbetti es un periodista que ha escrito de todo y para todos. Ha trabajado en prensa económica, en publicidad, en comunicaciones corporativas, como docente y en varios pitutos relacionados con lo que le gusta hacer cada día, que es escribir. Tuvo sus columnas en la extinta Paparazzi y ahora las tiene en la vigente Mujer y si eres “rostro” prepárate: te estará observando y te subirá a su columpio.
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