Especial Bicentenario
El Mercurio (Chile)
Algún día en cualquier parte
Durante seis días, escritores e intelectuales chilenos y mexicanos se reunieron en el Distrito Federal y en Xalapa en torno a la conmemoración de los bicentenarios de ambos países. El encuentro concluyó sólo unas horas antes del terremoto.
María Teresa Cárdenas como un propósito o una invitación entre amigos que saben que volverán a encontrarse, la cita tomada de Neruda -“Algún día en cualquier parte”- enmarcó durante una semana el encuentro de escritores chilenos y mexicanos con motivo del bicentenario que ambos países celebran en septiembre. De domingo a viernes, Raúl Zurita, José Miguel Varas, Diamela Eltit, José María Memet, Carmen Berenguer, Elicura Chihuailaf, Rafael Gumucio, Hernán Lavín Cerda (residente en México desde 1973), Marta Blanco, Ludwig Zeller y Lautaro Núñez, Premio Nacional de Historia 2002, se reunieron con sus pares mexicanos -entre los que se contaban Hernán Lara Zavala, Marco Antonio Campos, Hugo Gutiérrez Vega y Natalia Toledo- en mesas de narrativa, poesía y bicentenario. Las dos primeras categorías con lecturas de la obra, la tercera con ponencias sobre temas históricos o sociológicos ligados a esta conmemoración.
“Invasión” mexicana a Chile
Con varias deserciones, sobre todo por el lado de los anfitriones -Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis y Héctor Aguilar Camín mandaron sus textos-, lo que primó en todo el encuentro fue la amistad de ambos países y particularmente el recuerdo de la solidaridad de México en dos momentos dolorosos de la historia chilena del siglo XX: el golpe de Estado de 1973, a partir del cual miles de exiliados llegaron a ese país, y el terremoto de 1939, que destruyó Chillán y otras ciudades del sur de Chile. La Escuela México, en la que David Alfaro Siqueiros y Xavier Guerrero dejaron sus murales -ahora con serios daños-, fue destacada como un testimonio vivo de la ayuda mexicana. Ya desde la inauguración del encuentro, en el Palacio de Minería del Distrito Federal, el embajador de Chile, Germán Guerrero Pavez, así como los rectores Raúl Arias Lobillo, de la Universidad Veracruzana, y José Narro Robles, de la UNAM, coincidieron en destacar estos dos episodios.
Más tarde, fue José Miguel Varas quien evocó con humor la “invasión” mexicana a Chile en 1940, cuando a Valparaíso llegó un barco con una numerosa delegación: “Eran 600 tripulantes altamente calificados: dos o tres conjuntos de mariachis, un equipo ecuestre de acrobacias… fue una época en que México se nos apareció de repente y llegaron las canciones mexicanas para quedarse”. El arqueólogo Lautaro Núñez volvió sobre el punto, recordando cómo el cine y las rancheras conquistaron sin resistencia al pueblo chileno. Venían a ayudar en la reconstrucción ya no de casas y edificios, sino del ánimo de los chilenos, también por los suelos en esos días.
Varias veces se aludió a la amistad y solidaridad en tiempos difíciles. Después de seis días de charlas y de actividades culturales paralelas, como la visita guiada al museo antropológico de Xalapa -en cuyo auditorio se desarrolló la segunda parte de las sesiones- y un emotivo espectáculo del ballet folclórico de la Universidad Veracruzana, se dio por clausurado este encuentro organizado por la Embajada de Chile en México y la Universidad Veracruzana, con apoyo del Fondo de Cooperación Chile-México y la Cancillería chilena, a través de la Dirac.
Nadie podía imaginar que a miles de kilómetros de distancia, y casi en el mismo momento en que concluía la cena de despedida, nuestro país se vería enfrentado a una nueva tragedia. Y México ofrecería una vez más su apoyo. El de las autoridades, pero sobre todo el de la gente común, la que atiende un negocio o maneja un taxi.
En el aeropuerto Benito Juárez, mientras cientos de chilenos esperábamos angustiados e impacientes abordar un avión de vuelta a casa, un mexicano portaba un cartel con el más elocuente mensaje: “Chile no se rinde. En México hay una mano amiga”.
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