En México se cree que algunos de los eventos conmemorativos del bicentenario estaban ya programados para otras conmemoraciones
MARÍA DE LAS HERAS 15/02/2010
El País
Especial Bicentenario
En 1910 se celebró el primer centenario del inicio de la lucha por la independencia de México. Astuto como siempre, el entonces presidente de la República, el General Porfirio Díaz entendió que los festejos del centenario debían ser el escenario propicio para exhibir ante los ojos del mundo el desarrollo económico, político y tecnológico alcanzado durante su gobierno; progreso conseguido a costa de la marginación, el hambre y la sangre de miles de mexicanos.Planeó con detalle toda una agenda de eventos, publicaciones e inauguraciones, apologías de los logros conseguidos durante la dictadura y, como en política la forma es fondo, como dicen que afirmaba Jesús Reyes Heroles, complementó hábilmente esta puesta en escena con el embellecimiento de la Ciudad de México, para mostrarla al mundo como una ciudad moderna, llena de magnos edificios públicos, servicios urbanos de última tecnología y decenas de monumentos históricos imponentes.Apenas dos meses después de los festejos del centenario, a Díaz le estalló en la cara la primera revolución social del siglo XX y en los primeros meses de 1911 saldría desterrado rumbo a Francia para nunca volver.Hoy, cien años después, en México no sólo volvemos a conmemorar un centenario más del inicio de la lucha por la independencia de España, sino que además estamos celebrando el centenario del inicio de la lucha revolucionaria, y lo hacemos en momentos de difícil situación económica, asolados por la violencia de la guerra contra el narcotráfico y además textualmente inmersos en deslaves de tierra y aguas negras desbordadas debido a las inusitadas lluvias que han asolado vastas regiones en el centro del país.En este contexto, la semana pasada el Presidente Felipe Calderón anunció formalmente los eventos que habrán de realizarse con motivo de los festejos del Bicentenario, y el Presidente se ha cansado de repetir que es necesario revalidar la imagen de México en el exterior y convertir 2010 en el año de la reconciliación nacional. Sin embargo, y según la encuesta que entregamos hoy en El País, a la mayoría de los mexicanos (63%) le cuesta creer que realmente Calderón está buscando la reconciliación porque, dicen, en los hechos se percibe todo lo contrario.No es extraño que la opinión pública en México se muestre recelosa frente a las intenciones reales del mandatario, simplemente porque al Gobierno de Calderón le cuesta mucho guardar las formas, y por lo visto también el fondo.Apenas unos días antes del anuncio de los festejos del bicentenario, 15 muchachos mueren acribillados a balazos en Ciudad Juárez, ciudad fronteriza con Estados Unidos, y la primera reacción de Calderón es decir, sin prueba alguna, que se trataba de una pandilla de delincuentes, desafortunada declaración de la que habría de retractarse públicamente y que lo obligaría a reconocer que su estrategia de lucha contra el narco no está funcionando.Antes envió al Congreso una propuesta de reforma política cuya aprobación depende por completo del favor de los diputados del partido Revolucionario Institucional porque su partido, Acción Nacional, es minoría en la Cámara, y al mismo tiempo solapa una alianza electoral entre el PAN y su antagónico PRD para enfrentar al PRI en algunas de las diez elecciones de gobernador (provincias) que se llevarán a cabo este año, so pretexto de querer terminar con “los cacicazgos que prevalecen en algunos Estados”, refiriéndose directamente a los gobernadores priístas en funciones.El mismo día en que habría de llevarse a cabo el anuncio de los festejos del Bicentenario, su secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, renuncia a su militancia al partido Acción Nacional sin dar mayores explicaciones, dejando al descubierto las profundas divisiones que prevalecen aún dentro del partido del propio presidente.En este ambiente, y con un retraso de tres cuartos de hora, se inició el evento en el que el Presidente Calderón dio a conocer los más de 2.300 eventos conmemorativos del Bicentenario y pocos entenderían por qué, para un evento de carácter eminentemente patriótico y nacionalista, el mandatario escogió como escenario un centro de convenciones de la Capital, propiedad de un banco privado que, por añadidura, está intervenido por el Gobierno de los Estados Unidos.De no haber sido porque entonaron el Himno Nacional al inicio de la ceremonia, la disposición del público asistente y la dinámica del evento lo hicieron parecer más una nominación a los Premios Oscar que un asunto concerniente a la unidad de la República, donde se esperaría ver interactuar a los tres poderes de la Unión, gobernadores de los Estados, líderes de los partidos políticos, fuerzas armadas y representantes de organizaciones sociales, y sin embargo sólo algunos presenciaron la ceremonia y lo hicieron en carácter de meros espectadores.Los más de 2.300 eventos anunciados por el mandatario van desde un desfile de carros alegóricos, que costará más de 60 millones de dólares y será organizado por la empresa que montó la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín, hasta una mega-pantalla itinerante de más de 100 metros de longitud, la remodelación de una sala de conciertos, un desfile militar sin precedentes, la construcción de la Torre Bicentenario que más bien es un obelisco que se parece mucho al de la ciudad de Monterrey, en el norteño estado de Nuevo León, un concurso de himnos escolares, la repartición de 25 millones de ejemplares de un libro sobre la historia de México, y así continúa la lista de eventos conmemorativos sin orden ni contexto común alguno.¡Qué confuso sería el anuncio de los miles de eventos, que en medio de este derroche de festividades, lo que pareció más interesante a más gente fueron las exposiciones gastronómicas, de bailes típicos y artesanías que anunció el mandatario! Lo más caro de todo, la Torre Bicentenario, apenas le pareció interesante al 31% de los entrevistados (las opiniones sobre otros eventos se encuentran en el anexo con los datos de la encuesta completa).Habló también Calderón de numerosas obras de infraestructura que se harían con motivo de los festejos, listadas también sin orden ni categorización alguna, quizá por eso el 52% piensa que las obras anunciadas ya estaban previstas en el presupuesto para el 2010 y el mandatario sólo las mencionó para engrosar y darle un poco más de contenido a los festejos.Como ocurrió cuando se anunciaron los Diálogos por México, mesas de discusión sobre los temas nacionales que se llevan a cabo también con motivo del Bicentenario, las culturas indígenas brillaron nuevamente por su ausencia. Seis de cada diez mexicanos piensan que no es que a Calderón se le olvide incluir a los indígenas lo que pasa, dicen, es que no quiere que participen en los festejos del México independiente, una muestra más de que su llamado a la unidad nacional es más un discurso que hechos concretos.Terminada la ceremonia de arranque de los festejos del Bicentenario, el presidente Calderón voló a Ciudad Juárez donde lo esperaban las madres de los chicos asesinados a los que había llamado, sin prueba alguna, pandilla de delincuentes. “No es usted bienvenido” le espetaba en la cara la madre de dos de esos muchachos. “Si hubieran matado a alguno de sus hijos -le decía al presidente y a su esposa- ya hubieran buscado debajo de las piedras para encontrar a sus asesinos”.Qué tendremos los mexicanos que cada que nos toca festejar los centenarios de la independencia nacional, irremediablemente se nos mezclan fuegos artificiales con fatuos, esas pequeñas llamas producto de la putrefacción, que se dan a corta distancia del suelo y aparecen especialmente en los pantanos y en los cementerios.
El País
Especial Bicentenario
En 1910 se celebró el primer centenario del inicio de la lucha por la independencia de México. Astuto como siempre, el entonces presidente de la República, el General Porfirio Díaz entendió que los festejos del centenario debían ser el escenario propicio para exhibir ante los ojos del mundo el desarrollo económico, político y tecnológico alcanzado durante su gobierno; progreso conseguido a costa de la marginación, el hambre y la sangre de miles de mexicanos.Planeó con detalle toda una agenda de eventos, publicaciones e inauguraciones, apologías de los logros conseguidos durante la dictadura y, como en política la forma es fondo, como dicen que afirmaba Jesús Reyes Heroles, complementó hábilmente esta puesta en escena con el embellecimiento de la Ciudad de México, para mostrarla al mundo como una ciudad moderna, llena de magnos edificios públicos, servicios urbanos de última tecnología y decenas de monumentos históricos imponentes.Apenas dos meses después de los festejos del centenario, a Díaz le estalló en la cara la primera revolución social del siglo XX y en los primeros meses de 1911 saldría desterrado rumbo a Francia para nunca volver.Hoy, cien años después, en México no sólo volvemos a conmemorar un centenario más del inicio de la lucha por la independencia de España, sino que además estamos celebrando el centenario del inicio de la lucha revolucionaria, y lo hacemos en momentos de difícil situación económica, asolados por la violencia de la guerra contra el narcotráfico y además textualmente inmersos en deslaves de tierra y aguas negras desbordadas debido a las inusitadas lluvias que han asolado vastas regiones en el centro del país.En este contexto, la semana pasada el Presidente Felipe Calderón anunció formalmente los eventos que habrán de realizarse con motivo de los festejos del Bicentenario, y el Presidente se ha cansado de repetir que es necesario revalidar la imagen de México en el exterior y convertir 2010 en el año de la reconciliación nacional. Sin embargo, y según la encuesta que entregamos hoy en El País, a la mayoría de los mexicanos (63%) le cuesta creer que realmente Calderón está buscando la reconciliación porque, dicen, en los hechos se percibe todo lo contrario.No es extraño que la opinión pública en México se muestre recelosa frente a las intenciones reales del mandatario, simplemente porque al Gobierno de Calderón le cuesta mucho guardar las formas, y por lo visto también el fondo.Apenas unos días antes del anuncio de los festejos del bicentenario, 15 muchachos mueren acribillados a balazos en Ciudad Juárez, ciudad fronteriza con Estados Unidos, y la primera reacción de Calderón es decir, sin prueba alguna, que se trataba de una pandilla de delincuentes, desafortunada declaración de la que habría de retractarse públicamente y que lo obligaría a reconocer que su estrategia de lucha contra el narco no está funcionando.Antes envió al Congreso una propuesta de reforma política cuya aprobación depende por completo del favor de los diputados del partido Revolucionario Institucional porque su partido, Acción Nacional, es minoría en la Cámara, y al mismo tiempo solapa una alianza electoral entre el PAN y su antagónico PRD para enfrentar al PRI en algunas de las diez elecciones de gobernador (provincias) que se llevarán a cabo este año, so pretexto de querer terminar con “los cacicazgos que prevalecen en algunos Estados”, refiriéndose directamente a los gobernadores priístas en funciones.El mismo día en que habría de llevarse a cabo el anuncio de los festejos del Bicentenario, su secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, renuncia a su militancia al partido Acción Nacional sin dar mayores explicaciones, dejando al descubierto las profundas divisiones que prevalecen aún dentro del partido del propio presidente.En este ambiente, y con un retraso de tres cuartos de hora, se inició el evento en el que el Presidente Calderón dio a conocer los más de 2.300 eventos conmemorativos del Bicentenario y pocos entenderían por qué, para un evento de carácter eminentemente patriótico y nacionalista, el mandatario escogió como escenario un centro de convenciones de la Capital, propiedad de un banco privado que, por añadidura, está intervenido por el Gobierno de los Estados Unidos.De no haber sido porque entonaron el Himno Nacional al inicio de la ceremonia, la disposición del público asistente y la dinámica del evento lo hicieron parecer más una nominación a los Premios Oscar que un asunto concerniente a la unidad de la República, donde se esperaría ver interactuar a los tres poderes de la Unión, gobernadores de los Estados, líderes de los partidos políticos, fuerzas armadas y representantes de organizaciones sociales, y sin embargo sólo algunos presenciaron la ceremonia y lo hicieron en carácter de meros espectadores.Los más de 2.300 eventos anunciados por el mandatario van desde un desfile de carros alegóricos, que costará más de 60 millones de dólares y será organizado por la empresa que montó la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín, hasta una mega-pantalla itinerante de más de 100 metros de longitud, la remodelación de una sala de conciertos, un desfile militar sin precedentes, la construcción de la Torre Bicentenario que más bien es un obelisco que se parece mucho al de la ciudad de Monterrey, en el norteño estado de Nuevo León, un concurso de himnos escolares, la repartición de 25 millones de ejemplares de un libro sobre la historia de México, y así continúa la lista de eventos conmemorativos sin orden ni contexto común alguno.¡Qué confuso sería el anuncio de los miles de eventos, que en medio de este derroche de festividades, lo que pareció más interesante a más gente fueron las exposiciones gastronómicas, de bailes típicos y artesanías que anunció el mandatario! Lo más caro de todo, la Torre Bicentenario, apenas le pareció interesante al 31% de los entrevistados (las opiniones sobre otros eventos se encuentran en el anexo con los datos de la encuesta completa).Habló también Calderón de numerosas obras de infraestructura que se harían con motivo de los festejos, listadas también sin orden ni categorización alguna, quizá por eso el 52% piensa que las obras anunciadas ya estaban previstas en el presupuesto para el 2010 y el mandatario sólo las mencionó para engrosar y darle un poco más de contenido a los festejos.Como ocurrió cuando se anunciaron los Diálogos por México, mesas de discusión sobre los temas nacionales que se llevan a cabo también con motivo del Bicentenario, las culturas indígenas brillaron nuevamente por su ausencia. Seis de cada diez mexicanos piensan que no es que a Calderón se le olvide incluir a los indígenas lo que pasa, dicen, es que no quiere que participen en los festejos del México independiente, una muestra más de que su llamado a la unidad nacional es más un discurso que hechos concretos.Terminada la ceremonia de arranque de los festejos del Bicentenario, el presidente Calderón voló a Ciudad Juárez donde lo esperaban las madres de los chicos asesinados a los que había llamado, sin prueba alguna, pandilla de delincuentes. “No es usted bienvenido” le espetaba en la cara la madre de dos de esos muchachos. “Si hubieran matado a alguno de sus hijos -le decía al presidente y a su esposa- ya hubieran buscado debajo de las piedras para encontrar a sus asesinos”.Qué tendremos los mexicanos que cada que nos toca festejar los centenarios de la independencia nacional, irremediablemente se nos mezclan fuegos artificiales con fatuos, esas pequeñas llamas producto de la putrefacción, que se dan a corta distancia del suelo y aparecen especialmente en los pantanos y en los cementerios.
NOTA METODOLÓGICA. Encuesta telefónica realizada el 11 de febrero, considerando 500 entrevistas a personas mayores de 18 años seleccionadas mediante un muestreo aleatorio simple sobre el listado de teléfonos del país. Con el 95% de confianza, el error estadístico máximo que podría esperarse es del +/- 4.5. Otras encuestas en www.demotecnia.com
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