Crónicas de Bogotá
Segunda Edición
Tomo III
Pedro M. Ibáñez
(…) Pasado casi un siglo, un español ilustre en las letras, escribió, refiriéndose a la muerte del Sabio Caldas:
Víctima nunca bastantemente deplorada, de la ignorante ferocidad de un soldado a quien en mala hora confió España la delicada empresa de la pacificación de sus Provincias ultramarinas.
Caldas tuvo por compañeros de capilla y de suplicio al poeta y militar José Miguel Montalvo, a su conterráneo Francisco Antonio Ulloa, y al catalán republicano Miguel Buch. A los cuatro se les notificó la sentencia de muerte en la tarde del 28 de octubre; y en la mañana del 29 hicieron testamento Caldas y Buch. (…)(…)
El catalán don Miguel Buch hacía largo tiempo que era vecino del Chocó, donde unió su suerte a familia de republicanos, y en 1814 fue Gobernador por los patriotas. En combate desgraciado, en el Arrastradero de San Pablo, en esa región, fue vencido Buch, y marchó preso a Popayán, y después a la capilla de Bogotá. En el protocolo 176 de la Notaría la se encuentra el testamento que otorgó este mártir, el mismo día de su fusilamiento. Buch, como Caldas, tuvo que solicitar permiso de don Melchor Castaños, ese día Secretario de Morillo, para extender su última voluntad en presencia del Oficial de guardia, Antonio Hidalgo, encargado de mandar la escolta que fusilaría a los cuatro mártires. Declaró que era casado en primeras nupcias con doña Manuela Rodríguez, unión de la cual nació su hijo Ramón; y en segundas, con doña Agustina Contó, matrimonio del que nació un niño, Miguel. Que su señora estaba en cinta cuando él fue vencido, y que no tenía noticias de ella. Hizo algunas aclaraciones de intereses, refiriéndose en todo a su esposa, y mencionó una deuda de seiscientos pesos, cuya acreedora era la Madre Dionisia de Santa Elena, su tía, monja del convento de La Encarnación de Popayán. Copiamos las últimas líneas de este documento, como muestra de las costumbres notariales durante la autocracia militar:
Con lo que se concluyó esta diligencia, que la hace para descargo de su conciencia, la misma que firma con el señor Oficial de guardia, por ante mí, de que doy fe. En este estado dijo que suplica que de esta memoria se le haga un manifiesto de ella a su esposa, para su inteligencia y derechos que puedan convenir, y firma, de que doy fe. Antonio Hidalgo-Miguel Buch-Eugenio de Elorga
De requerimiento del señor Secretario del Excelentísimo señor General en Jefe don Pablo Morillo. (Al margen esta nota): «Don Melchor Castaños, queda protocolada en el Registro, conste, de instrumento público la antecedente disposición testamentaria. Santafé, 30 de octubre de 1816. «Eugenio de Elorga»
Morillo comunicó a la Corte que Oficiales del Victoria habían batido en el Arrastradero de San Pablo, en El Chocó, a Miguel Buch, «el cual se titulaba Dictador y General en Jefe del Ejército de insurrectos» (1).
Las cuatro víctimas fueron sepultadas en la antigua iglesia de La Veracruz, en fosa común, sin señal ni inscripción alguna. Cuando se creían perdidos los restos de estos patricios, la pluma del bogotano Manuel Briceño lamentó las hasta entonces confundidas cenizas: Ni una inscripción, ni cruz ni monumento
Que muestre en esta iglesia silenciosa
El sitio santo donde está la fosa
Que haga del sabio-mártir el memento.
Quiso borrar el déspota sangriento
De este genio de luz, alma gloriosa,
Hasta el recuerdo, y muerte ignominiosa,
Huesa común le dio como tormento.
De esa huesa su nombre se levanta
Como al nacer el sol en la mañana,
Y el pueblo viendo en ella el ara santa
Con el laurel de triunfo la engalana.
No necesita mármol gloria tanta …..
La cubre la bandera colombiana.(…)
El entonces Cura de la actual Parroquia de San Pablo, presbítero Nepomuceno Fandiño, concedió permiso a una Comisión de la Academia Nacional de Historia, presidida por el Gobernador de Cundinamarca, don Jorge Vélez, e integrada con varios caballeros y con el médico doctor Luis Fonnegra, para buscar los restos de estos mártires. Hecha la excavación en el lugar fijado por Ojeda, se encontraron los de cuatro cadáveres, con las cabezas hacia el Sur. La fosa tenía 80 centímetros de profundidad, circunstancia feliz que contribuyó ala conservación de los huesos, por estar el terreno seco. No se encontraron vestigios de ataúdes. Clasificados los restos por el doctor Luis Fonnegra, se hallaron, a más de los cráneos, huesos largos y fragmentos indescriptibles. Uno de los cráneos estaba casi destruido, y lo formaban pedazos de la bóveda craneana. Exornamos esta página con el diagrama de los tres cráneos conservados. Diagrama De un serio estudio médico antropológico se pudo deducir, casi con certeza, teniendo en cuenta las edades de los mártires del 29 de octubre, que el cráneo número i era el de Caldas, el mayor en edad; que los marcados con los números u y ni eran los de Ulloa y Montalvo, muertos a los treinta y tres anos, siendo imposible diferenciarlos, por presentar caracteres análogos; y por exclusión pudo atribuirse el cráneo destruido al de Buch, que murió de menos edad que sus compañeros de martirio.
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