En 1939, dice la Generalitat, «el pueblo mexicano supo sumar y no dividir. Desde entonces, miles de historias de vidas enlazarían para siempre los destinos de Catalunya y México». Aquí acababa la guerra civil y México aseguraba la concesión de la nacionalidad mexicana, como protección sin límites, a todos los exiliados que pisaran tierras mexicanas. En 1940, daba una advertencia al Gobierno francés: los exiliados republicanos que fuesen encontrados en Francia recibirían la protección de México. Aquel año, el país americano ya era capital de la edición de libros y revistas en catalán. Y «durante cuatro décadas, mantuvo presente un referente democrático en el horizonte de Catalunya», al convertirse en el único país que nunca reconoció la autoridad del Gobierno franquista y mantener una embajada republicana.
La historia aquí se agotaba y venía el periodo oscuro en el que muchos ciudadanos de hoy crecieron. Pero allá, seguía. Los exiliados tenían hijos y nietos, construían la memoria histórica que más tarde desearían dejarnos en herencia e intentaban mantener viva una esperanza y una convicción que querían transmitirnos: se podía luchar por un mundo mejor. En realidad, ellos lucharon no solo por otra Catalunya, sino también por un México mejor. Y acompañarlos en aquella trayectoria, en aquella esperanza inmensa y en aquella larga espera, fue tarea y orgullo de muchísimos mexicanos que, mezclándose de forma natural con el exilio, se han sentido durante tres generaciones muy cerca de nuestro país y estrechamente vinculados a la República.
Es por ello que todavía existen escuelas en el Distrito Federal en las que cada mañana se canta el Himno de Riego (¡libertad, libertad, libertad!) y en las que la bandera republicana es representativa de la dignidad y honestidad. Y también es por ello que la Generalitat acaba de otorgar su medalla de oro al pueblo mexicano. Y lo ha hecho con «profundo agradecimiento y admiración por la excepcional generosidad, valentía y fraternidad que hicieron posible la persistencia con dignidad de la nación catalana». Y añado: y la construcción de un México mejor. He ahí la historia que no acaba.
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