El tránsito de culturas define el signo de los tiempos, pero convertirlo en argumento creativo conlleva riesgos: es fácil pasarse de complaciente o de pretencioso. Pero, más que incidir en la idea comodín de la multiculturalidad, Immigrasons se mostró en Luz de Gas, en su estreno barcelonés, (2207) como una experiencia intimista, con poder emocional y alimentado de una música angulosa. La cita de Barnasants, que registró una buena entrada, mostró un diálogo fluido entre músicos catalanes y argentinos, capitaneados, respectivamente, por Raül Fernández y Ernesto Snajer. En el centro, la voz camaleónica y libre de Sílvia Pérez Cruz, capaz de arrimarse a la mística porteña y a la nostalgia catalana sin provocar destrozos irreparables. Y, en paralelo, una pantalla de vídeo con testimonios de inmigrantes de uno y otro lado del Atlántico. Viñetas vividas que subrayaron el factor humano de esta experiencia impulsada por el Mercat de Música Viva de Vic y la Dirección General de Música de Buenos Aires, que en mayo viajará a Argentina y otros países. Pérez Cruz entró en escena con Laura va (Spinetta) y Carabelas nada (Fito Páez), que alternaron cadencias amables con arrebatos de jazz de vanguardia, insinuando la dirección musical de la noche: ambiente recogido y tacto emotivo, pero de un sentimentalismo abierto en canal por bruscos giros instrumentales. La cantante se lució en Solo se trata de vivir, y el grupo aireó sus registros más primarios, con base percusiva, en un medley de canciones tradicionales catalanas, como El noi de la mare. Piezas que inmigrantes argentinos y catalanes consultados para la ocasión mencionaron como las más simbólicas de sus países de origen.
Desarraigo y sorpresaEntre canción y canción, los testimonios hablaban de desarraigo, memorias dolorosas y sorpresa por el descubrimiento de una cultura. Como en un cante de ida y vuelta, el espectáculo reformulaba composiciones que, fuera del contexto original, respiraban de otra forma. Desfilaron las Corrandes d’exili, de Ovidi Montllor (con texto de Joan Oliver), la zamba La nochera y un tango traspuesto, Loca, que firmó en los años 20 el catalán Manuel Jovés. Lo apuntó uno de los testimonios: para muchos argentinos, la lengua catalana existe a través de Serrat. “Es quien mejor liga ambas culturas”. Así que el autor del Poble Sec era de elección obligada. Suya fue Menuda, que condujo suavemente hacia la cima de la noche, L’emigrant, de Amadeu Vives (con texto de Jacint Verdaguer), deconstruida con acordes severos. Coronó una sesión intensa, que recordó que, a veces, los experimentos sonoros con coartada humanista pueden ser una buena idea.
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