Las tres hermanas Pecanins –Tere, Ana María, Montse- mantienen desde hace 45 años un alto nivel de exigencia en su local, que sigue siendo un referente del arte catalán y mexicano.
Cada aniversario de su galería, las tres hermanas Pecanins –Tere, Ana María, Montse- lo celebraban como un milagro. No es nada fácil mantener durante 45 años con alto nivel de exigencia un local que ha sido, y sigue siendo, un referente del arte catalán y mexicano. La muerte en Ciudad de México de Tere Pecanins (Barcelona 1930), galerista, museógrafa y directora artística de cine, deja un gran vacío y una enorme deuda de gratitud.
Las Pecas (como son cariñosamente conocidas en México las tres hermanas Pecanins) representan toda una época en la historia de la plástica mexicana. Durante décadas han sido el nexo en la relación artística entre Cataluña y México. Las tres han dedicado vida y esfuerzos a impulsar todas las formas de expresión artística, aportando energía, pasión y entusiasmo en la búsqueda y promoción de nuevos talentos. Tal como ha destacado la escritora Guadalupe Loaeza en el diario “Reforma“, Tere y Ana María eran hermanas gemelas de la misma generación, de la misma constitución física y con la misma estructura genética. “Se murió mi otro yo”, dijo Ana María al comentar la marcha de su hermana. Loaeza dice que, sin Tere, Ana María siente como que se ahoga más que de costumbre, le falta aire. “¿Será que la otra mitad que solía respirar se la llevó su gemela?”, se pregunta la periodista. Tere y Ana María han sido las galeristas más entrañables y emblemáticas de la Zona Rosa (en tiempos pasados fue el barrio cultural, turístico y bohemio por excelencia de la capital mexicana).
Colmena de las artes
Según el crítico Alberto Blanco, resulta imposible hablar de María Teresa sin referirse a toda la familia Pecanins –el fabuloso clan de las Pecas– y de su ópera magna: la Galería Pecanins, auténtica colmena de las artes, que han logrado mantener con rigor y exigencia pese a las cíclica crisis mexicanas. Sin alardes las Pecanins pueden mostrar un limpio historial en la promoción y difusión del arte contemporáneo. De hecho, toda la familia estaba involucrada en las artes: Montserrat Aleix, la abuela entrañable del clan, (Palamós 1908 – Ciudad de México 2004) es la más singular artista naïf nacida en Cataluña. Comenzó a pintar a los 64 años. Siempre jovial, murió a los 95 sin haber perdido el gusto por la pintura. Sus cuadros muestran la fusión de dos culturas. Un mundo propio e íntimo donde confluyen lo mexicano y lo catalán, pero recreado con aparente inocencia para darle una proyección universal. Apoyada en pinceles y telas, Aleix contó la vida como ella la vio y entendió. Al echar mano de su memoria enlazaba sus raíces en la Costa Brava con sus vivencias más cercanas en Veracruz, Ciudad de México y Cuernavaca. Al cumplirse los 100 años de su nacimiento, la Galería Pecanins le dedicó una exposición antológica. Yani Pecanins –hija de Tere- es autora de collages, cajas e instalaciones innovadoras; Montse, la mayor de las Pecas, realiza preciosas y juguetonas cajas. Betsy Pecanins (hija de Ana María), dignifica blues, rancheras, sones y todo lo que le salga en el camino. En estas páginas de “La Vanguardia”, Betsy ya nos contó en 1982 que llevaba “tres culturas en el alma: la catalana materna, la estadounidense por su padre, y la mexicana por el país entrañable en el que residía”. Marisa y Beba, hijas de Montse, han hecho incursiones en el cine y la televisión. Walter Doehner, es uno de los cineastas más sólidos de México… “Con la marcha de Tere queda un enorme hueco en esta constelación irremplazable en la cultura en México”, subraya Alberto Blanco en “La Jornada“, diario que siempre respaldó las arriesgadas iniciativas artísticas del clan Pecanins. Tere, quien enviudó muy joven, comenzó a trabajar en la Galería Tusó, en la calle de Florencia, donde perdió el poco dinero que le había dejado mi marido. Pero le sirvió para conocer a artistas jóvenes como Vlady, Cuevas, Felguérez. El arquitecto Noldi Schereck pidió su colaboración para decorar el Hotel Presidente. Cuando Teresa empezaba a buscar cuadros y grabados antiguos, conoció a Rafael Sánchez Ventura, un catedrático madrileño retirado, quien le aconsejó abrir una galería propia. En la Galería Tusó se habían relacionado con muchos pintores como Brian Nissen, Pancho Corzas, Leonel Góngora, José Muñoz Medina. Luego conocieron a Fernando García Ponce y Arnaldo Coen.
Una galería que acogía a artistas, escritores, cineastas, actores….
La amistad con los artistas fue fundamental para la consolidación de la galería que abrió sus puertas en 1964, en la calle Florencia. Exponía arte contemporáneo en la parte que daba a la calle y antigüedades en la trastienda. Se inauguró con obras de Corzas, Belkin, Coen, Bragar, García Ponce y Maxwell Gordon. Las Pecas no querían seguir los pasos de nadie, sino inventar el suceso artístico, descubrir nuevos pintores, para que dieran carácter propio a la galería. En 1966, la Galería Pecanins se trasladó a la calle Hamburgo. Alfombraron el local, pintaron las paredes y empezaron la gran aventura. Dejaron las antigüedades y decoraciones, para dedicarse por completo al arte. La galería, punto de reunión de un nutrido grupo de cineastas, pintores y escritores, era de los establecimientos que le daban perfil y acento a la Zona Rosa, hoy tan deteriorada. Desde 1984 ocupan su sede actual, en la colonia Roma, a un paso de la reproducción de la madrileña Fuente de la Cibeles. La vida de las tres hermanas ha estado entreverada con la de los principales creadores establecidos en Ciudad de México y en Barcelona. En 1972 abrieron una galería hermana en el Barrio Gótico de la capital catalana. No tuvo la acogida que merecía porque los potenciales compradores barceloneses no supieron valorar la categoría de los artistas mexicanos de primer nivel que expusieron en la sala. Rufino Tamayo, uno de los artistas iberoamericanos más cotizados, fue acogido por críticos y asiduos de las galerías como si se tratara de un principiante. Y así sucedió con otros artistas mexicanos de renombre, como Manuel Felguérez, Vicente Rojo, José Luis Cuevas, Chucho Reyes, Friedeberg y García Ponce, entre otros. En más de una ocasión las Pecanins nos han comentado que los escritores del boom latinoamericano que en aquellos años residían en Barcelona –García Márquez, Vargas Llosa, José Donoso, Carlos Fuentes-, fueron de los pocos que compraron un cuadro a la galería. Desde la inauguración en México de la Galería Pecanins, las tres hermanas siempre quisieron que fuera una casa para los artistas, pintores y escultores, pero también escritores, cineastas; actores, autores y directores de teatro; músicos, poetas y críticos de arte. Las Pecas nunca siguieron el concepto de galería como una mera tienda de obras de arte. “Fue un emblema de lo que es una aproximación al arte que nunca privilegió el dinero sino el arte mismo”, señala el crítico Alberto Blanco. La galería ha mantenido una estrecha relación con pintores y escultores, pero también con escritores como García Márquez y Álvaro Mutis. Las Pecanins tuvieron íntima amistad con Luis Buñuel y su esposa Jeanne Rucard, con Luis Alcoriza y Arturo Ripstein, entre otros muchos cineastas.
Promotoras del arte catalán en México, y del arte mexicano en Barcelona
Desde su llegada a México en 1950, las Pecanins han promovido el arte catalán en México y el mexicano en Cataluña. Las Pecas han realizado un papel fundamental en la difusión de artistas contemporáneos de los dos países; su galería ha sido un sólido puente de ida y vuelta. En México fueron los primeros en mostrar obras de Miró, Tàpies, Guinovart, Amat, Ràfols. En 1992 organizaron en el Palau Robert de Barcelona la exposición A Mèxic: homenatge de Catalunya a Mèxic. Una de las últimas apariciones públicas de las hermanas Pecanins fue en la inauguración de la exposición Pintores catalanes en México, en el Centro Cultural Español de la capital mexicana. La muestra fue presentada por primera vez en la ciudad de León, Guanajuato, en forma paralela al Festival Internacional Cervantino del año 2008, que estuvo dedicado a las artes escénicas de Cataluña. En la actualidad, la exposición está viajando por toda la República mexicana. La generosidad desinteresada de Tere y Ana María Pecanins –la galería no recibió ningún apoyo económico de la Generalitat ni de las autoridades culturales españolas por prestar su colección- ha permitido que pinturas, grabados, dibujos, collages y objectos de artistas catalanes, nacidos o no en Catalunya, hayan podido exhibirse en ciudades como Querétaro, Oaxaca, Chihuahua, Veracruz y Ciudad de México. La muestra con lenguajes tan variados es espléndida: 40 obras de 10 artistas de primer nivel: Josep Guinovart, Antoni Tàpies, Joan Miró, Daniel Argimón, Joan Hernández Pijoan, Josep Bartolí, Antoni Peyrí, Jordi Boldó, Albert Gironella y Arcadi Artís. Tere, como todas las Pecanins, no se limitó a una sola dimensión artística. En forma paralela a su actividad de galerista, se dedicó a la dirección artística de películas y a la ambientación de telenovelas de éxito, como “Mirada de mujer” (1998). También incursionó en la dirección artística de varias películas, participando al lado de Alejandro Luna en “Santa sangre” (1989), de Jodorowsky, que se ha convertido en película de culto. Entró en el mundo del cine por su amistad con directores que en los años 60 empezaron a proponer un cine mexicano independiente de la industria, primero desde la marginalidad hasta llegar a constituir con los años la base más sólida del nuevo cine mexicano. Ganó un Ariel (equivalente al Goya mexicano) por la dirección artística de la película “Goitia”, de Diego López. Entre otros filmes en los que participó, también fue premiada por la dirección artística de “Cilantro y perejil”, de Rafael Montero. El dibujante José Luis Cuevas dice que Tere Pecanins era “una persona espléndida que amaba el arte. Me llevaba muy bien con Tere, su muerte me produce un profundo dolor. En sus espacios las Pecanins dedicaban atención preferente a la obra de artistas jóvenes, tanto mexicanos como españoles”. El artista plástica Héctor de Anda señala que las Pecanins representan una época en la historia del arte contemporáneo mexicano. “Las Pecanins aportaron su energía, pasión y amor por el arte, siempre destacaron por ese entusiasmo por apoyar y creer en los jóvenes”.
Siempre en busca de los nuevos talentos
Jorge Alberto Manrique, crítico de arte, destaca “el trabajo de Tere Pecanins, al igual que el de sus dos hermanas, en la galería familiar, donde se expusieron las propuestas de los jóvenes pintores de los años 40 y décadas posteriores, siempre en busca de los nuevos talentos”. El crítico Alberto Híjar admiró la capacidad de trabajo de Tere Pecanins para impulsar a artistas poco conocidos. “Tere fue una galerista ejemplar. Se mantuvo independiente de los patrocinios estatales, lo cual es muy difícil para que la galería tenga continuidad”, señala. Para Armando Colina, las hermanas Pecanins “fueron pioneras en la Zona Rosa, muy luchadoras, muy entregadas a su labor. La Galería Pecanins es mítica”. Teresa del Conde, ex directora del Museo de Arte Moderno, comenta: “Vivaces, sonrientes, incansables, insistentes, las gemelas Pecanins formaron y formarán parte inextricable del campo artístico de nuestro país, extendido a otras latitudes”. La familia Pecanins llegó de Barcelona a México en 1950. Las tres hermanas eran hijas del ingeniero Jesús Pecanins Fàbregas y de Montserrat Aleix, pero también eran “hijas de la guerra y la posguerra”. Por eso lo primero que llamó la atención a Tere, al llegar a México, fueron las panaderías por “los aromas, la variedad de formas y colores” del pan dulce, el cual se podía comprar sin necesidad de cartilla de racionamiento. Cincuenta años después de arribar a la antigua Tenochtitlan, nada ni nadie logró atenuar su vocación de promotoras de arte, ni borrar sus primeras impresiones de la idiosincracia mexicana. Desembarcaron en México cuando Diego Rivera vivía el momento más álgido de su carrera. Aquella obra con doctrina y mensajes revolucionarios chocaba con la idea del arte que tenían las Pecanins. Al topar con los grandes murales de Rivera asumieron que tendrían que adaptarse a un país agreste, orgulloso de su pasado sangriento y debatiéndose en un presente rijoso y rojizo. “Nosotras no llegamos a México a hacer las Américas”, le dijo Montse al crítico Luis Carlos Emerich. En efecto, las Pecanins no cruzaron el Atlántico para a hacer dinero, de hecho nunca lo hicieron, lo que les interesaba era difundir el arte mexicano, catalán y latinoamericano.
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