La conexión literaria Lima-México-Barcelona
“Los autores del boom no tenían sentido del humor”, dice Bryce
El segundo tomo de las antimemorias de Bryce Echenique evoca sus años en Barcelona y narra su retorno a Perú, donde fue secuestrado y apaleado por “esbirros de Fujimori” al rechazar una medalla.
XAVI AYÉN – 04/10/2005
BARCELONA
Si he de esperar a que Perú mejore mucho para volver, ni mis tataranietos lo verían”, afirmaba en estas páginas, a finales de 1998, el escritor Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939). Sin embargo, el retorno a su país le salió peor de lo que esperaba: fue secuestrado y brutalmente apaleado por “esbirros de Fujimori” tras negarse a aceptar la máxima condecoración del país, entre otros sobresaltos mayores. La pesadilla de sus tres años en Lima – “la ciudad que yo amaba había desaparecido”- le convenció de que lo mejor era volver a Barcelona, donde podría acabar el segundo volumen de sus Antimemorias. Pero, nada más llegar a la capital catalana, “mientras me tomaba una cerveza para festejar mi regreso”, le robaron la maleta donde guardaba sus manuscritos. De ahí, según explicó ayer, en la presentación de Permiso para sentir – así se titula finalmente el volumen editado por Anagrama,que esta nueva entrega (la primera fue Permiso para vivir) avance de manera dispersa, no cronológica, siguiendo “el azar de la memoria”.
Sus años de juventud en Perú, el periplo por diversos países europeos, su accidentado retorno en 1999… se suceden en un fresco poblado de varios episodios barceloneses, con retratos de personajes como el editor Carlos Barral o del lletraferit Jordi Marfà, “un hombre que se drogó con todo lo que encontró, pero no fue Rimbaud, esa fue su tragedia y murió en una cuneta”.
Bryce Echenique habla también del boom latinoamericano, fenómeno fraguado en Barcelona y que él ve como “un hecho comercial que se acabó cuando se separaron Simon & Garfunkel”, en irónica referencia a la ruptura de la amistad entre Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Bryce se siente lejano a los principales autores de dicho movimiento – “carecían de sentido del humor”- aunque reivindica a Julio Cortázar, Manuel Puig, Julio Ramón Ribeyro y César Vallejo. “Sé de qué hablo – explicó-, porque tuve que leerlos y releerlos a todos para poder dar mis clases en diversas universidades francesas”.
Algunos de los momentos más duros de la obra – en la que acaso se echa en falta un índice onomástico- suceden en el Perú de Fujimori, “donde me raptaron sus esbirros y me dieron una paliza espantosa por haber rechazado una importante medalla que me concedieron. Cuando acabaron conmigo, me tiraron a la calle como un pelele”. Una experiencia que le dejó “psicológicamente destrozado”, admite.
Bryce reconoce que ha escogido Barcelona para establecerse – durante seis meses al año- porque “su tranquilidad me permite trabajar. En Madrid era imposible: siempre rodeado de gente, agentes literarios, editores, escritores que querían hablar conmigo… Todos los aviones que venían de Latinoamérica aterrizaban no en Barajas, sino directamente en la terraza de mi casa. Llegué a trastornarme tanto que, un día que llamaron a la puerta, salí en librea, con una aspiradora en la mano, y dije: ´El señorito Bryce ha salido´. Puedo decir que de Madrid me expulsaron las visitas”.
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