ENTREVISTA a Mario Vargas Llosa
“Vuelvo a una Barcelona sensata”
XAVI AYÉN – 05/10/200
La Vanguardia
Barcelona
Que Barcelona figure en el mapa literario internacional como la capital del boom latinoamericano debe mucho a Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936), quien residió en ella cinco fecundos años a principios de los setenta. En un sonado reencuentro con la ciudad, el escritor se subirá hoy miércoles 5 de octubre y mañana 7 al escenario del teatro Romea para representar, junto a Aitana Sánchez-Gijón, el espectáculo La verdad de las mentiras, basado en su libro homónimo sobre grandes obras de la literatura universal, y en el que se leerán y glosarán fragmentos del Quijote y obras de Isak Dinesen, William Faulkner, Juan Carlos Onetti y Jorge Luis Borges.
– Existe expectación por verle actuar…
-Ando bastante asustado, siento mucha angustia. Se trata de una idea que le debo a Alessandro Baricco, el escritor italiano. Tras asistir a un espectáculo suyo en Turín, donde la literatura y la música se alternaban, me tentó hacer algo parecido con mi mundo. Juan Cruz me animó a que le comentara la idea a Ferran Mascarell y a Sergio Vila-Sanjuán, que preparaban el año del Libro. No me lo creí del todo, pero se entusiasmaron.
-¿Y cómo se siente?
-No me he subido jamás a un escenario, así que hay que estar preparado para lo peor. Espero que Aitana me salve de la catástrofe. El director, Joan Ollé, también es persona de experiencia. El único peligro soy yo.
-Ellos se han deshecho en elogios hacia su vis escénica… El espectáculo, además, tiene el añadido de ser un reencuentro con Barcelona…
-Me produce una gran emoción que el azar haya querido que esta obra se represente por primera, y acaso única, vez en Barcelona, la ciudad donde viví cinco años y donde vi nacer a mi hija Morgana, por gentileza de Santiago Dexeus. Guardo un gran recuerdo de aquellos años, siento nostalgia de aquellas magníficas amistades y de esos entusiasmos y exaltaciones. Barcelona tuvo un papel decisivo en mi carrera. Aquí gané por primera vez un premio importante, por La ciudad y los perros, y aquí escribí gran parte de mi obra, Conversación en La Catedral, García Márquez: historia de un deicidio, La tía Julia y el escribidor, Pantaleón y las visitadoras… Así como nuestra generación había ido a París, los jóvenes de la generación posterior desembarcaron en Barcelona, que era el lugar donde había que estar para consagrarse como escritor.
-Tras su paso por Barcelona, alguna vez criticó el auge del nacionalismo catalán…
-No me creerá usted, pero le aseguro que, durante mis años en Barcelona, no conocí a un solo nacionalista. Tuve amigos como el poeta Gabriel Ferrater, monstruosamente culto, y reivindicábamos la cultura catalana, que había sido muy discriminada. Una de las cosas que más me sorprendió es que muy poca gente conocía el Tirant lo Blanc, y uno de mis orgullos es haber convencido al editor Carlos Barral para que hiciera una nueva edición del libro. Entonces el nacionalismo político como tal estaba en un segundo plano.
-¿Y cómo ve el asunto hoy?
-Bastante bien. Discutir si España es o no una nación de naciones son privilegios de país próspero, porque es evidente que los problemas fundamentales son otros. Mi idea es que aquí se ha alcanzado un nivel de desarrollo y prosperidad tal que eso sirve de contrapeso al riesgo que entraña todo nacionalismo. El peso de la clase media frenará los riesgos. Me doy cuenta de que he regresado a una Barcelona sensata.
-Leyendo sus memorias El pez en el agua, recién reeditadas en Alfaguara, sorprende su sinceridad, al hablar de los maltratos que le infligía su padre o de la experiencia electoral contra Fujimori por la presidencia peruana…
-Fue casi una catarsis. Pasé por esa experiencia tremenda y empecé a escribir el libro inmediatamente después, para sacarme de dentro esa carga emocional. Al principio, el libro iba a ser solamente unas memorias de esos tres años de actividad política, pero eso hubiera dado una imagen falsa de mí, dejaba de lado mi auténtica vocación, así que decidí incluir como contrapeso la historia del nacimiento de mi vocación literaria.
-Volviendo a Barcelona, ¿recuerda su participación en el encierro de Montserrat de 1970, en protesta por el proceso de Burgos?
-¿Cómo iba a olvidarla? Tomé la palabra el primer día. Me llamó la policía y, como acababa de ser operado, acudí a la comisaría de Via Laietana con una boya enorme porque no podía sentarme. Mi declaración sobre aquella especie de inflable inestable tuvo algo de ubuesca o dadaísta.
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