Compartir piso a los 80
Jóvenes y ancianos comparten vivienda en un programa que este año se ampliará a inmigrantes
Esta iniciativa permite resolver al mismo tiempo dos problemas: el de la soledad de los mayores y el del alojamiento de los jóvenes.
RAMON SUÑÉ – 20/06/2005
La Vanguardia
Ocho años después de su puesta en marcha en el distrito del Eixample, el programa de convivencias Viure i Conviure se ampliará el próximo curso a jóvenes inmigrantes. El concejal de Bienestar Social del Ayuntamiento de Barcelona, Ricard Gomà, ha confirmado a La Vanguardia el propósito de ir extendiendo a otras tipologías de jóvenes la aplicación de esta fórmula de relación intergeneracional entre personas mayores y estudiantes. Con esa intención, este año se iniciará alguna experiencia piloto que permitirá, por ejemplo, que una madre con hijo de corta edad, y en proceso de reagrupamiento familiar, comparta piso con una señora de 65 años y que se resuelva así un doble problema: el económico y de alojamiento, por un lado, y el de la soledad, por el otro.
El programa Viure i Conviure se inició en Barcelona en 1997 a partir de una iniciativa de la obra social de Caixa Catalunya que contó con la colaboración del Ayuntamiento y las universidades catalanas. Otras ciudades también se incorporaron al proyecto y, en la actualidad, ya son 27 los ayuntamientos adheridos, la mayoría catalanes.
Hasta ahora el programa estaba abierto únicamente a universitarios de entre 18 y 35 años, sin contrato de trabajo y que se han de desplazar fuera de su ciudad para estudiar. La otra mitad de la pareja son personas mayores autónomas, que viven solas y a las que la Fundació Viure i Conviure concede una ayuda de 100 euros mensuales para que hagan frente a los gastos extra (electricidad, agua, gas, etcétera) que les supone el hecho de compartir vivienda. Las dos partes adquieren un compromiso por escrito en el que se establecen los derechos y deberes que han de observar para mantener una relación equilibrada.
Los ayuntamientos -en el caso de Barcelona por mediación del servicio de Promoción Social y Acción Comunitaria- aportan a la pareja la persona mayor de 65 años, mientras que las universidades nutren el programa de jóvenes estudiantes. Ricard Gomà destaca la eficacia de este plan que permite “resolver al mismo tiempo dos problemas: el de la soledad de los mayores y el del alojamiento de los jóvenes”.
El concejal de Bienestar Social hace hincapié en el trabajo previo de selección de las parejas -los técnicos evalúan las posibilidades de que la convivencia cuaje- y en el seguimiento que a lo largo de todo el curso realizan los psicológos y trabajadores sociales. “Dar un salto cuantitativo importante e incrementar en cien de golpe el número de parejas acogidas al programa en Barcelona sería relativamente fácil. Pero preferimos hacerlo progresivamente porque no podemos permitirnos que fracase ninguna convivencia. Por eso el informe técnico y el seguimiento son tan importantes”, argumenta Gomà.
De momento no se ha registrado ninguno de esos fracasos -entendiendo como tales las convivencias interrumpidas- que los responsables del programa quieren evitar a toda costa. En el curso que ahora acaba, sólo en Barcelona han convivido bajo un mismo techo 125 parejas acogidas al programa Viure i Conviure, 15 más que en la temporada 2003-2004. La gran mayoría de las personas mayores que han participado en la campaña de este año (el 89,6%) son mujeres, y en el 72,8% de los casos tienen más de 75 años.
El perfil de los jóvenes estudiantes no está tan claramente definido. El pasado curso siguieron el programa en Barcelona 66 chicas y 44 chicos, con una media de edad de 23 años. Además de ser una fórmula de convivencia intergeneracional, el proyecto Viure i Conviure se está consolidando como programa intercultural. Cincuenta de las 110 convivencias registradas en la capital catalana durante el curso anterior fueron con estudiantes extranjeros y, entre ellos, 41 procedentes de países latinoamericanos. El siguiente paso consistirá en dar entrada a inmigrantes que no necesariamente se encuentran en Barcelona para seguir estudios universitarios.
La idea de que la convivencia bajo un mismo techo de ancianos y estudiantes es una exclusiva del Eixample es ya historia. Así fue en sus orígenes -el Eixample, por las buenas condiciones de sus viviendas y por la existencia de un alto porcentaje de población mayor de 75 años era el mejor laboratorio para una experiencia pionera en España-, aunque en la actualidad la iniciativa se ha extendido a los diez distritos de la ciudad. El Eixample, con un 39% de las convivencias registradas en la ciudad, sigue a la cabeza, seguido de Gràcia (12%) y Sant Martí (11,2%).
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