La conquista bolivariana de La Caixa
EL AHORRO catalán pasa a controlar la mayor petrolera en Sudamérica y el catalanismo engulle la noticia en silencio
ENRIC JULIANA – 03/04/2005
La Vanguardia
Venezuela es un lugar distinto. Es un país Pepsi. Bajo la perspectiva de la lucha de clases -de las dos clases de refrescos de cola que se disputan la hegemonía mundial-, Venezuela milita claramente en el bando perdedor. Perdedor pero peleón. Políticamente, se halla muy a medio camino entre el purgatorio y el eje del mal.Su cotización como país dudoso oscila según el precio del crudo en el mercado internacional. Cuanto más sube el barril de petróleo, más margen de maniobra para el fogoso teniente coronel Hugo Chávez Frías.
En estricta aplicación de la vieja doctrina Kissinger, el espadón del Caribe y su incontenible verborrea hace tiempo que habrían pasado a mejor vida. Salvador Allende era menos estridente que Chávez, pero tuvo al ejército chileno en contra y la cotización del cobre siempre fue muy vulnerable.Venezuela es el quinto productor mundial de petróleo y uno de los primeros suministradores de combustible a Estados Unidos. Con estas credenciales cualquier tentativa de golpe de Estado será meditada dos veces tras el sainete de abril del 2002.
Venezuela es un país en el que las clases medias han sido expulsadas de la céntrica zona de poder que suele garantizar la democracia liberal. Cabalgando sobre el irremediable descrédito de una de las clases políticas más corruptas de América, Chávez, más listo que el hambre, ha consolidado un sólido dominio político sin necesidad de violentar en exceso el sistema electoral. Los pobres son mayoría y le votan motivados por los subsidios que el Gobierno financia con los beneficios del petróleo. Pero la pobreza no remite comof actor estructural, según indican las últimas encuestas sobre desempleo y desnutrición infantil, admitidas como veraces por la propia prensa oficialista.
Mientras la profesora Marta Harnecker, autora de un manual de marxismo muy difundido en los años setenta, predica estos días las virtudes del populismo en la selva del Orinoco, las estadísticas parecen confirmar la clásica tesis de que los subsidios, en exceso, son pan para hoy y hambre para mañana. Pero otras viejas certezas también salen reforzadas del laboratorio venezolano. Por ejemplo, que no sólo de pan vive el hombre. Los pobres de Venezuela votan a Chávez sabiendo, en su mayoría, que seguirán siendo pobres toda su vida.
Pero al adherirse a un discurso que rema a contracorriente se sienten alguien:los invisibles adquieren identidad. Y esa identidad crece a medida que los otros,los ricos y los medianamente instalados, les señalan como un peligro. Es curioso observar en Caracas cómo los carteles de propaganda del chavismo hablan más del presente que del futuro. El bonapartismo caribeño, a su manera, parece haber entendido que los sueños de la modernidad -los horizontes perfectos, las tierras prometidas- se han marchitado.
En esta Venezuela entre potente y delirante, José Luis Rodríguez Zapatero se ha visto obligado a mostrar esta semana cuáles son sus dotes para el realismo político. Y, por consiguiente, para el cinismo. El Gobierno español ha conseguido dos cosas importantes. Primero, dar trabajo a los astilleros de Izar, entre ellos a la Naval de Sestao, bastión imprescindible para el socialismo vasco. Segundo, convertir Repsol en la primera compañía petrolera en Sudamérica. Lo cual es una noticia de alcance para Catalunya. He ahí los depósitos de La Caixa, el capital difuso del ahorrador catalán, operando en primera línea de la geopolítica. He ahí un dato de la realidad realmente existente. La política catalana encerrada en su constante fantasía, ha engullido la noticia muy en silencio. Como si fuera un hecho ajeno a su frenesí. A su retórica.
Pero los pozos de petróleo, el virreinato energético de Antoni Brufau y la carga de trabajo para Ferrol, San Fernando y Sestao tenían un precio: la foto con Chávez y una innegable contribución al armamento de Venezuela. Brasil, cada vez más en el papel de potencia regional, vende los aviones de combate; Rusia, los fusiles, y España, los aviones de transporte y los barcos de vigilancia.
Pese a la deficiente explicación de los motivos reales del viaje, pese a la querencia del presidente del Gobierno por el lenguaje angelical -¡cuánto azúcar en su prosa!- y a la sonrisa gelatinosa del ministro José Bono ante los delirios bolivarianos del caudillo de Caracas, Zapatero ha salido bastante bien librado de la incursión. Gracias al pragmatismo del presidente colombiano, Alvaro Uribe, que podía haber armado la de Dios es Cristo.Ygracias también al vídeo encargado por José María Aznar a sus amigos. Esa agresividad insomne de la derecha: qué gran pozo de petróleo para el PSOE.
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