Cuando José Carulla Vidal llegó a Barranquilla desde su nativa Barcelona, en 1904, y creó allí una pequeña empresa orientada a exportar “artículos coloniales” a Europa, difícilmente pudo imaginar que de aquel embrión mercantil surgiría una de las mayores cadenas de supermercados de Colombia en el siglo XXI. El inquieto joven catalán, que estrenaba su título de ‘perito mercantil’ expedido por la Escuela de Comercio de Barcelona, se trasladó un año después a Bogotá y estableció un almacén de rancho y licores en la calle Florián (hoy carrera 8a.), entre calles 12 y 13, que en poco tiempo se ganó el favor de la clientela santafereña. El Escudo Catalán abrió su primera sucursal en la capital cuatro años después y, superando los vaivenes de la economía, con el paso del tiempo llegó a convertirse en la red de almacenes Carulla, la emblemática empresa que marcó la pauta en el proceso de modernización del comercio de víveres en Colombia.
Bajo la dirección de José Carulla Soler (hijo del fundador), luego de Enrique Luque Carulla y ahora de Samuel Azout, quien tomó las riendas hace cinco años tras la fusión de Carulla con la empresa Vivero, la cadena creció hasta contar hoy con 153 almacenes (84 Carullas, 35 Merquefácil, 20 Surtimax y 14 Viveros) en todo el país. Llega a su primer centenario como un conglomerado con 10.000 empleados directos e indirectos, inversiones previstas por más de 100.000 millones de pesos este año y un amplio cubrimiento de toda la geografía nacional.
Ya no es la tienda de rancho que congregaba a los compradores bogotanos de vinos y enlatados en épocas de fiesta, sino una red de servicios de alta calidad y tecnología, situada entre las de mayores ventas del país. Sin que por esto haya perdido su identidad con los gustos de los colombianos, pues así como les ayudó a pasar del tradicional canasto al carrito del mercado, no ha dejado de ofrecerles los suculentos platos típicos (como lechona, tamal, chorizo, roscones y pandebonos) que no pueden faltar en la dieta nacional.
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