Al salir de Cali
ME HA SORPRENDIDO escuchar de mis colegas colombianos lo mucho que les cuesta viajar a España
NORBERT BILBENY – 31/12/2004
Catedrático de Ética de la Universitat de Barcelona
La Vanguardia
He estado unos días en Cali, Colombia. Richard, chófer de la Universidad Autónoma de Occidente, me conduce hasta el aeropuerto. Éste se encuentra en la vecina localidad de Palmira. El recorrido es atractivo. Veo la cordillera Central al fondo, hacia el norte. Y el llano, al este, con muchas plantaciones de caña de azúcar. Ahí trabajan los cañeros.
De vez en cuando aparecen carros con caballos cruzando la carretera. Un cartel dice: “Se vende leche de chiva”. Efectivamente, he visto algunas cabras y muchas vacas a los lados de la carretera. El río Cauca, que da nombre al valle donde se encuentran Cali y Palmira, baja cargado y fangoso. Desemboca en el río Magdalena, el cual da al mar del Caribe. Estamos en plena temporada de lluvias e inundaciones. Antes de salir de la ciudad de Cali, Richard me señala la zona suburbial, pobre y caótica de Aguablanca, con su origen a pie de carretera, hacia el este. El hombre me dice que ahí dentro se encuentra el sicariato. Es la zona más peligrosa del valle,me explica. El paro ha contribuido a esta situación.
Pero Richard, mientras conduce, sigue animoso la música de salsa caleña instalada en su auto. A él le gustan los ritmos animados de la pachanga y la milonga. No puede evitar seguir la música con gestos de la mano y canturreo. Le pregunto si las mujeres de Cali son las más guapas del país. Me dice que sí con la cabeza. “Cuidan mucho su aspecto, ¿verdad?”, le pregunto. Me contesta que lo que más les gusta lucir es un buen busto. Trata de dibujarlo con las manos. El hijo de Richard es del Barça. El día de su santo recibió de su padre como regalo la camiseta de Ronaldinho. A mí Richard me acaba de regalar el disco de salsa que escuchábamos durante el trayecto. A la cobradora del aparcamiento o aparcadero,como allí dicen, mi amigo la llama mi amor. Es una expresión que suelen usar los hombres para dirigirse cordialmente a alguien.
En el aeropuerto de Cali los agentes inspeccionan mis ropas. Ahí mismo compro un par de buenas bolsas de café. Hay soldados que vigilan el edificio con ametralladoras colgadas del hombro. Durante estos días no he tenido ninguna sensación de inseguridad en la ciudad de Cali. La paulatina retirada del narcotráfico la ha vuelto más apacible, al mismo tiempo que más pobre.
Me ha sorprendido escuchar de mis colegas colombianos lo mucho que les cuesta viajar a España, dado que tienen que solicitar un visado para hacerlo.Aveces se les deniega. En todo caso, es un engorro y posiblemente una medida extrema, quizás innecesaria. Hay conflictos en Colombia, de acuerdo, pero a mis amigos de Estados Unidos también les advierten de que en España hay bases de Al Qaeda y que vigilen con la inseguridad de nuestro país.
Al fin y al cabo, con tales prevenciones no podríamos viajar a ninguna parte. Abogo para que se retire la norma de solicitar visado para los ciudadanos colombianos, si a cambio de ello se mantienen las debidas medidas de control y seguridad en los aeropuertos. Mientras tanto, no sólo Colombia, sino en parte España, se perjudican con ese recorte de oportunidades para que jóvenes universitarios y profesionales se desplacen entre un país y otro. Con el Gobierno de Álvaro Uribe y la imponente presencia de Estados Unidos en Colombia, se está reduciendo el conflicto y la inseguridad en este país sudamericano. España y la Unión Europea pueden y deben, a mi modo de ver, estrechar sus políticas de cooperación socioeconómica con la comunidad colombiana.
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