“Un recorrido en un ficticio autobús urbano por el centro de la ciudad de Bogotá. Neorrealismo urbano de neón para vivir peor. Cuentos que van directos a las vísceras y que no tienen la menor intención de agradar; pero, ya que cada espectador necesita que le estimulen su lado mórbido, son tolerables y, hasta ahora, no han sido demandados. Mis cuentos son cuentos que retan el intelecto y la susceptibilidad del espectador. Cuentos urbanos, demasiado urbanos, para seres ídem. No tienen ninguna pretensión estética ni terminan en moraleja; pero, eso sí, te dejan marcado de por vida. Yo cuento del ciudadano común y corriente, de su almuerzo ejecutivo y su bus ejecutivo, de su secretaria platónica, de sus pesadillas y sus pequeños triunfos, y de sus delirios, y mis puntos de vista de qué hay que hacer para no morir de tedio en la ciudad del cielo más gris del planeta”